lunes, 22 de febrero de 2016

Las napolitanas de Eutimio

            El mérito influye en el destino de los seres humanos, y mucho. Para llegar lejos y mantenerse en ese sitio, hay que ser bueno, porque ya se sabe que nadie puede estar engañando a todos indefinidamente. Pero también hay que tener suerte. Los trenes que llevan al éxito pasan muy pocas veces y algunas personas tienen la fortuna de cogerlos, pero la mayoría no, porque llegan tarde, porque no saben anticiparse al destino o, simplemente, porque viven muy lejos de una estación.

                Debe de haber muchos jugadores de primera división jugando en equipos de tercera porque no los ha visto un ojeador. Debe de haber olvidados en un cajón muchos libros mejores que los que ganan grandes premios. Debe de haber amas de casas haciendo platos que merecerían varias estrellas Michelin. Debe de haber administrativos que saben más que los gerentes y lideran mejor. Debe de haber muchos conjuntos de música esperando, como hicieron The Beatles, la llegada de un  Samuel Epstein. Y debe de haber verdaderos líderes sociales y políticos que nunca han ganado unas elecciones.

Si la vida fuera mucho más larga, habría más posibilidades de que el mérito fuera más justo, pero la vida dura un suspiro y la mayoría de lo que tenía que pasar no pasa. Las napolitanas que hace Eutimio Romero, por ejemplo, están entre las mejores del mundo, son una exquisitez que todo individuo debería probar recién hechas al menos una vez en la vida, por muchos que fueran sus pecados. Si la justicia gastronómica fuese como la divina e imperara para todos y para todo, las napolitanas de Eutimio vendrían en los libros y saldrían en la televisión. Pero Eutimio trabajada lejos de una estación de la fama, en Torrecampo, y sus napolitanas (como las tortas de Emilia, que también tiene el horno en Torrecampo) no alcanzan el eco que por su primoroso sabor merecerían.


       Como muy probablemente los trenes de la gloria sigan sin pasar por Torrecampo, quede constancia aquí de esa injusticia, por si alguien tiene el buen tino de remediarla.