El
mundo no se divide entre hombres y mujeres, entre blancos y negros, entre
creyentes e impíos, entre nosotros y todos los demás. El mundo es complejo y sus
límites son solo aparentes. Entre unos seres y otros hay mucho más en común de
lo que nos pensamos, por ajenos que nos parezcan sus valores y extraños a
nosotros que sintamos sus opiniones. Sufre la madre de la víctima y sufre la
madre honrada del asesino. Aunque tal vez sea de distinto color y forma, todos
los seres humanos formamos un tejido único.
Hay
quienes ven que el mundo es diverso y se dedican a tender puentes entre unos
seres y otros. Son aquellos que piensan en la razón del enemigo, que sienten el
frío del que está en las trincheras del otro lado y que tienen más dudas que
certezas. Hay quienes puestos en un lugar determinado generan armonía y
bienestar, porque ceden cuando hay que ceder y cuando se muestran firmes lo
hacen con una sonrisa.
Hay
quienes creen que el mundo es uniforme y lo tratan con la astucia de los tercos.
Son los que creen que las cosas deberían ser como a ellos les parece, los que
no le tienden puentes ni al enemigo que huye, los que insultan al adversario y
solo tienen certezas. Hay quienes puestos en un lugar determinado generan conflictos
y malestar, porque no ceden más que guiados por el interés.
El
castellano es rico en matices y distingue con claridad entre los que son
sencillos y los que, a fuerza de retorcidos, son simples.
* Puente Romano sobre el Guadalquivir, en Córdoba, al atardecer del pasado 1 de junio.