miércoles, 17 de junio de 2015

El desengaño/el consuelo

            A la vista de lo que ha pasando con motivo de los pactos postelectorales celebrados aquí y allá y de lo decepcionado que he salido tras su celebración, iba a escribir que los seres humanos seguimos igual, no igual que la legislatura anterior, que también, sino igual que siempre, igual que hace cien, mil o dos mil años.


                Había pensado que las pasiones que nos mueven, como el poder, el amor, el sexo, el odio y la ambición, son ahora las mismas que las que movían a los antiguos griegos, pongo por caso, y es por eso por lo que las obras de los autores clásicos están siempre de moda.


                Había pensado más: había pensado que las pasiones que mueven a los seres humanos son las mismas que las que mueven a los otros seres, como a los animales, por pequeños y poco desarrollados que estén, y como los impulsos que mueven a las plantas. Había pensando, por ejemplo, que entre el afán de los perros por marcar el territorio con orines y el afán de los hombres por marcar las lindes de sus tierras había mucho en común. Que había mucho en común entre la avidez de los insectos por comerse unos a otros y la avidez de los hombres para acabar con el adversario político. Y que también lo había entre el afán de las flores por parecer hermosas y el afán de ostentación que tenemos nosotros por parecer más inteligentes o más guapos.


                Pero cuando estaba meditando sobre lo que iba a escribir, me he dado cuenta de que resultaría injusto comparar a las plantas y a los animales con las personas. No me entiendan mal, no quiero ser cínico, lo digo por las personas. Quiero decir que aunque para los animales y las plantas rige la misma Ley de la Selva que para los seres humanos, en las sociedades civilizadas los seres humanos hemos dotado de ciertas reglas a lucha por la supervivencia o la hemos convertido en simbólica, de manera que el desenlace es casi siempre incruento.


                Pienso en que las guerras tribales, emparentadas con la lucha animal, han sido sustituidas por partidos de fútbol, en que el desahogo viene ahora quemando banderas o pitando himnos en lugar de cortando cabezas y en que las puñaladas por las espalda suelen realizarse en sentido metafórico. Dicho de otra forma, siempre es mejor ser insultado que ser asesinado.

O para cerrar el asunto: siempre es mejor ser engañado por un político en la democracia que no ser engañado por un tirano


* Hice las fotos el pasado 7 de junio en el camino que va de Los Pedroches a Adamuz.