En algunas
tierras, el sol parece un candilito que alumbra débilmente y apenas calienta
cuando sale, que suele ser muy pocas veces. En otras tierras, en cambio, es un
enemigo enconado siempre, que mata los colores, apaga el sueño y lanza como plomo
fundido sobre los arenales y sobre las cabezas de la gente. En nuestra tierra
el sol ilumina y calienta con moderación, al menos por esta época del año. En nuestra
tierra el sol es una bendición que está ahí casi de forma perenne.
Los que somos
de aquí alabamos al sol mucho menos que a la lluvia. Los que somos de aquí
consideramos a la lluvia una fuente de vida y nos olvidamos del sol simplemente
porque está ahí casi a diario, y porque conocemos sus ritmos y entendemos sus
emociones. Los que somos de aquí hemos rezado a los santos y a la Virgen para
que llueva y nunca lo hemos hecho para que salga el sol, al que hemos
considerado un astro casi anodino, vulgar, previsible.
Pero la
auténtica fuente de la vida es el sol (el astro Sol, como mayúsculas), y no
sólo para la vida en sentido biológico, sino para la vida emocional. A mí me
gustan mucho los días de lluvia, y procuro disfrutarlos en lo que valen, pero
nada puede compararse con un día de sol, especialmente después de una buena
temporada de frío y de lluvia.
El sol es una
fuente de alegría que es de tontos no aprovechar. Cuando sale el sol y el sol
es amable, como ahora, hay que gozar de su amabilidad como sea, porque es
gratis y porque es saludable para el cuerpo y para el espíritu. Hay que sentarse
en las terrazas, hay que andar por los caminos, hay que sacar a los niños al
parque, hay que hacer cualquier cosa con tal de que su luz nos ilumine hasta
los más secretos rincones del alma, aunque solo sea asomarse al balcón.
Aunque lleve
una temporada sin escribir sobre esos caminos de Dios, sigo saliendo cada domingo
a caminar con los amigos. El domingo pasado lo hicimos por los alrededores de
la mina de los Almadenes, en el término de Alcaracejos, donde en 1926 se
encontró un tesoro del que se ha hablado mucho (aquí y aquí, por ejemplo). El sitio es muy bonito y las
rutas que se pueden hacer por el lugar son
varias (aquí enlazo una) y todas hermosas, pero ese día lo de menos era
el sitio. Lo más importante era el sol, que había salido como lo hace en
primavera, gozoso y haciendo gozar.
Luego está eso
de que sol es una fuente de riqueza que nosotros no sabemos aprovechar como se
debe. Pero para hacerlo hay que ponerse serio y hoy no toca. Hoy estoy alegre y
solo quería hablar de la alegría que nos proporciona el sol. Ya ven qué cursilería
y qué simpleza.