Cuando
la marea se retira, las playas próximas a Bray-Dunes, en el Flandes francés, se
vuelven inmensas y uno se puede adentrar por ellas en dirección al mar cientos
y cientos de metros, como debieron hacer a finales de mayo y principios de
junio de 1940 los soldados aliados que fueron embarcados en la operación Dinamo, más conocida como Evacuación de Dunkerque.
Entonces,
cuando la marea se retira, el fotógrafo siente la tentación de dirigirse hacia
la línea de costa para intentar plasmar las emociones que el espacio vacío
provoca en el espectador atento. Porque la intención del fotógrafo aficionado
es, paradójicamente, siempre esa: recoger lo que hay fuera para captar lo de
dentro, igual que sucede con las demás ramas del arte.
El fotógrafo
no mira como cualquier otro, sino que lo hace rastreando dónde está la foto, con
lo que vuelve más curioso y más observador. Y en ese rastreo suele coincidir
con las miradas de otros fotógrafos y, en consecuencia, también suele coincidir
en sus emociones, lo que provoca en ellos un acercamiento emocional.
Lo
he notado especialmente ahora, que Carmen se ha aficionado a la fotografía y
vamos los dos por ahí escudriñando lo que nos rodea, como dos perrillos que
fueran olfateando en el mismo camino. Y he notado, también, lo bien que le
sienta a la pareja tener aficiones compartidas.
La semana
pasada fuimos todos a visitar a Luis y, de paso, a hacer un poco turismo por
los alrededores de Lille. Salir fuera es siempre un buen método para comprender
mejor el mundo y para encontrarse a sí mismo, especialmente cuando el viaje no
es programado. Pero lo es mejor todavía cuando lo haces con alguien que
comparte contigo una afición.