jueves, 16 de abril de 2015

Aficiones compartidas

                Cuando la marea se retira, las playas próximas a Bray-Dunes, en el Flandes francés, se vuelven inmensas y uno se puede adentrar por ellas en dirección al mar cientos y cientos de metros, como debieron hacer a finales de mayo y principios de junio de 1940 los soldados aliados que fueron embarcados en la operación Dinamo, más conocida como Evacuación de Dunkerque.

                Entonces, cuando la marea se retira, el fotógrafo siente la tentación de dirigirse hacia la línea de costa para intentar plasmar las emociones que el espacio vacío provoca en el espectador atento. Porque la intención del fotógrafo aficionado es, paradójicamente, siempre esa: recoger lo que hay fuera para captar lo de dentro, igual que sucede con las demás ramas del arte.


El fotógrafo no mira como cualquier otro, sino que lo hace rastreando dónde está la foto, con lo que vuelve más curioso y más observador. Y en ese rastreo suele coincidir con las miradas de otros fotógrafos y, en consecuencia, también suele coincidir en sus emociones, lo que provoca en ellos un acercamiento emocional.


                Lo he notado especialmente ahora, que Carmen se ha aficionado a la fotografía y vamos los dos por ahí escudriñando lo que nos rodea, como dos perrillos que fueran olfateando en el mismo camino. Y he notado, también, lo bien que le sienta a la pareja tener aficiones compartidas.
 


La semana pasada fuimos todos a visitar a Luis y, de paso, a hacer un poco turismo por los alrededores de Lille. Salir fuera es siempre un buen método para comprender mejor el mundo y para encontrarse a sí mismo, especialmente cuando el viaje no es programado. Pero lo es mejor todavía cuando lo haces con alguien que comparte contigo una afición.