miércoles, 22 de abril de 2015

El albergue de Espiel

         Además de la estación del AVE, a la que me he referido en varias ocasiones (aquí y aquí, por ejemplo), tenemos en la zona Norte de Córdoba varias estaciones de tren más. Las hay totalmente abandonadas a su suerte, como la de Belalcázar; reformadas y destinadas a otros usos, aunque no se hayan  consolidado y ahora estén cerradas, como la de El Soldado; reformadas, destinadas a otros usos, abandonadas y en breve destinadas a otros fines, como la antigua de Villanueva de Córdoba; totalmente desaparecidas, como la de El Zújar; y reformadas, destinadas a otros usos y en funcionamiento, como la de Espiel.



                El galimatías anterior no está hecho a propósito, sino que es producto de la realidad, es decir, es la realidad la que es sumamente confusa. La realidad nos muestra que por el norte de Córdoba pasa una línea de ferrocarril de alta velocidad, totalmente operativa; una línea operativa con muy escasa densidad de tráfico, la de Madrid-Badajoz; una línea operativa sin tráfico alguno, la de Córdoba-Almorchón; y que pasó una línea, la que unió Puertollano-San Quintín con Fuente del Arco. Todo ese guirigay de líneas de ferrocarril ha dejado un confuso panorama de estaciones (operativas, cerradas, abandonadas o desaparecidas), sobre el que se ha superpuesto la voluntariosa pero poco meditada determinación de quienes debían decidir sobre su futuro. Es decir, se ha añadido confusión a la confusión, de manera que al panorama de centros de interpretación que no interpretan, aulas de la naturaleza que no enseñan y parques periurbanos desatendidos por completo se une el complejo panorama de estaciones por las que no pasa el tren (ni el de vagones ni el de la modernidad).


                Ya he dicho que la estación de Espiel es de las pocas (o quizá la única) de las estaciones inoperativas que mantiene otro uso. Es cierto que junto a ella hay un aula de la naturaleza que tiene toda la pinta de estar abandonada, pero también es cierto que en la misma estación hay un albergue que sigue funcionando, y muy bien. En este caso, pues, a la voluntariosa determinación de quien debió decidir se unió el acierto de la decisión, que era más fácil, dicho sea de paso, porque el paraje en el que se ubicaba la estación cumplía perfectamente con el perfil de albergue.


                Para empezar, el albergue está muy bien comunicado, en el borde mismo de la CO-4400, a dos kilómetros de la N-432 y a menos de cuatro de Espiel, lo que lo hace perfectamente accesible. Pero, además, se halla en un lugar especialmente hermoso y muy apto para la ejecución de deportes de naturaleza y de aventura. Está situado al pie de la Sierra del Castillo, a muy pocos metros de una de las zonas de escalada mejores de Andalucía y no lejos de la ermita de la Virgen de la Estrella, patrona de Espiel, cuya romería se celebra el último domingo de abril. Y está situado al mismo borde del pantano de Puente Nuevo, en el que se pueden realizar algunas actividades relacionadas con el agua.

                Para los amantes del senderismo, el albergue es también un buen lugar de partida. Entre otras muchas rutas próximas, se puede hacer una siguiendo el trazado del ferrocarril, como ya expliqué en otra entrada, o por la margen contraía del río Guadiato, como se indica, por ejemplo, en esta entrada del wikiloc.


                Carmen y yo hicimos el pasado domingo buena parte de esa última ruta, lo que nos permitió disfrutar de los diversos colores que ofrece la primavera y  de todo el esplendor del paisaje, en el que por allí se armonizan el zigzagueante trazo del pantano con las montañas y los bosques. Como el día estaba espectacular, aprovechamos la ocasión, además, para alquilar una piragua y remar durante un buen rato sobre la quieta lámina de agua, en la soledad más absoluta.



                Entremedias, a mediodía, nos tomamos una cerveza a la puerta del albergue, junto a un grupo de jóvenes que hablaban de sus cosas y un trío de artistas de circo que ensayaban malabares, y nos comimos un plato de pisto manchego con huevos fritos. Y, entremedias, también, descabezamos el sueño con una siesta ligera en uno de los sofás, dentro de lo que había sido la estación, mientras sonaba una musiquilla dulce que se oía muy bien, porque, como le dije al gestor del establecimiento, en aquel edificio hay una acústica perfecta.