Además de la estación del AVE, a
la que me he referido en varias ocasiones (aquí y aquí, por ejemplo), tenemos
en la zona Norte de Córdoba varias estaciones de tren más. Las hay totalmente
abandonadas a su suerte, como la de Belalcázar; reformadas y destinadas a otros
usos, aunque no se hayan consolidado y
ahora estén cerradas, como la de El Soldado; reformadas, destinadas a otros
usos, abandonadas y en breve destinadas a otros fines, como la antigua de Villanueva de Córdoba; totalmente desaparecidas, como la de El Zújar; y
reformadas, destinadas a otros usos y en funcionamiento, como la de Espiel.
El
galimatías anterior no está hecho a propósito, sino que es producto de la
realidad, es decir, es la realidad la que es sumamente confusa. La realidad nos
muestra que por el norte de Córdoba pasa una línea de ferrocarril de alta
velocidad, totalmente operativa; una línea operativa con muy escasa densidad de
tráfico, la de Madrid-Badajoz; una línea operativa sin tráfico alguno, la de
Córdoba-Almorchón; y que pasó una línea, la que unió Puertollano-San Quintín
con Fuente del Arco. Todo ese guirigay de líneas de ferrocarril ha dejado un
confuso panorama de estaciones (operativas, cerradas, abandonadas o
desaparecidas), sobre el que se ha superpuesto la voluntariosa pero poco meditada
determinación de quienes debían decidir sobre su futuro. Es decir, se ha
añadido confusión a la confusión, de manera que al panorama de centros de
interpretación que no interpretan, aulas de la naturaleza que no enseñan y
parques periurbanos desatendidos por completo se une el complejo panorama de
estaciones por las que no pasa el tren (ni el de vagones ni el de la
modernidad).
Ya
he dicho que la estación de Espiel es de las pocas (o quizá la única) de las estaciones
inoperativas que mantiene otro uso. Es cierto que junto a ella hay un aula de
la naturaleza que tiene toda la pinta de estar abandonada, pero también es
cierto que en la misma estación hay un albergue que sigue funcionando, y muy
bien. En este caso, pues, a la voluntariosa determinación de quien debió
decidir se unió el acierto de la decisión, que era más fácil, dicho sea de
paso, porque el paraje en el que se ubicaba la estación cumplía perfectamente
con el perfil de albergue.
Para
empezar, el albergue está muy bien comunicado, en el borde mismo de la CO-4400,
a dos kilómetros de la N-432 y a menos de cuatro de Espiel, lo que lo hace
perfectamente accesible. Pero, además, se halla en un lugar especialmente
hermoso y muy apto para la ejecución de deportes de naturaleza y de aventura.
Está situado al pie de la Sierra del Castillo, a muy pocos metros de una de las
zonas de escalada mejores de Andalucía y no lejos de la ermita de la Virgen de
la Estrella, patrona de Espiel, cuya romería se celebra el último domingo de
abril. Y está situado al mismo borde del pantano de Puente Nuevo, en el que se
pueden realizar algunas actividades relacionadas con el agua.
Para
los amantes del senderismo, el albergue es también un buen lugar de partida. Entre
otras muchas rutas próximas, se puede hacer una siguiendo el trazado del
ferrocarril, como ya expliqué en otra entrada, o por la margen contraía del río
Guadiato, como se indica, por ejemplo, en esta entrada del wikiloc.
Carmen
y yo hicimos el pasado domingo buena parte de esa última ruta, lo que nos
permitió disfrutar de los diversos colores que ofrece la primavera y de todo el esplendor del paisaje, en el que por
allí se armonizan el zigzagueante trazo del pantano con las montañas y los
bosques. Como el día estaba espectacular, aprovechamos la ocasión, además, para
alquilar una piragua y remar durante un buen rato sobre la quieta lámina de
agua, en la soledad más absoluta.
Entremedias,
a mediodía, nos tomamos una cerveza a la puerta del albergue, junto a un grupo
de jóvenes que hablaban de sus cosas y un trío de artistas de circo que
ensayaban malabares, y nos comimos un plato de pisto manchego con huevos
fritos. Y, entremedias, también, descabezamos el sueño con una siesta ligera en
uno de los sofás, dentro de lo que había sido la estación, mientras sonaba una
musiquilla dulce que se oía muy bien, porque, como le dije al gestor del
establecimiento, en aquel edificio hay una acústica perfecta.