martes, 3 de marzo de 2015

Cuanto más grande es el dolor...

Los partidos políticos no le exigen a los electores capacidad de sacrificio, sino que le prometen un eterno presente de vino y de rosas. Las campañas electorales son como colosales mercados al aire libre donde los candidatos ofrecen a voz en grito sus servicios, que son gratis y con regalos. El sacrificio viene después del “después” de la mano de los ganadores, es decir, después del desastre y después de las elecciones que suceden al desastre.

Hasta que el desastre se desencadena, la filosofía del carpe diem reina por completo en numerosos Gobiernos y se transforma en instalaciones públicas sobredimensionadas o que no sirven para nada, en grandes fiestas colectivas, en megaproyectos culturales o deportivos, en subvenciones para todos, en edificios que no se pueden mantener, en actividades y servicios cuyo único retorno para la sociedad es el puesto de trabajo de quienes se encargan de ellos o en ayudas sociales desproporcionadas con las posibilidades del país, además de en puestos de trabajo para los amigos o los correligionarios, en coches de empresa y chóferes y en catering multitudinarios después de cada acto social.

En todo caso, ¿qué importa el futuro si hay elecciones mañana?

Pero el futuro llega y en el futuro está la realidad, aparte de las elecciones.

Cuando estalla la burbuja del bienestar, la realidad se llena de ciudadanos desarmados contra las nuevas circunstancias. Los ciudadanos, no los partidos, son los primeros que se topan con ella. En la realidad están los desahucios, la explotación laboral, la emigración de los jóvenes, el cierre de las empresas y el paro.

La realidad sólo llega a los que no gobiernan cuando gobiernan. Hasta ese momento, les puede más la demagogia y ofrecen alternativas imposibles para ganarse el aprecio de los electores. Por algo, cuanto más grande es el dolor, más difícil es el consuelo, pero es más cómodo hacer germinar la semilla del sectarismo.


El problema de la cuadratura del círculo se resuelve fácilmente desde fuera. Por eso, en lugar de sembrar el camino de razón y sosiego, los perdedores soliviantan a las masas doloridas prometiéndoles más bienestar por menos.