Alguien me preguntaba el otro día por qué Alemania y otros países de la Unión Europea están ayudando a países como Grecia, y yo, tras contestarle, hice un paralelismo entre Europa y Los Pedroches. En realidad –le dije–, a todo el mundo le interesa llevarse bien con sus vecinos y que estos sean ricos, porque todo el mundo es o vendedor o potencial vendedor de algo. Le interesa a Alemania, que exporta numerosos productos, a un país eminentemente turístico, como España, y a un pueblo eminentemente comercial, como Pozoblanco. Lo que ocurre es que no todo el mundo tiene ni la visión ni el valor de invertir en el desarrollo de los demás.
Pozoblanco, por ejemplo, no lo tiene. Pozoblanco vive, esencialmente, de Los Pedroches. Los habitantes de Los Pedroches van a Pozoblanco a recibir toda clase de servicios públicos y privados y a comprar. Y, sin embargo, aunque todo el mundo es consciente de ello, Pozoblanco nunca ha adoptado un papel activo en el desarrollo de sus vecinos, aunque tiene muchos más potencial que ellos para hacerlo. Es más, se ha limitado a contribuir con sus cuotas a las mancomunidades a las que pertenecía y, en ocasiones, a pagarlas como si estuviera haciéndoles un favor a sus socios, solo porque esas cuotas eran más elevadas.
Más elevadas, especifico, en términos absolutos (ya que Pozoblanco tiene una población mayor que los demás pueblos), pero no en términos relativos. De hecho, cuando esa persona a la que me referí al principio me preguntó qué podía hacer Pozoblanco por el desarrollo de sus vecinos, yo le puse el ejemplo de la Mancomunidad de Caminos. Los Pedroches es una comarca eminentemente ganadera, y para una explotación ganadera es muy beneficioso contar con un buen camino de acceso.
Es cierto que el mantenimiento de los caminos es una obligación municipal, de forma que cada ayuntamiento debe mantener los caminos de su municipio, pero dado lo poco que supone el IBI de rústica y que las aportaciones no las hacen los propietarios, son los vecinos del pueblo los que han de costear finalmente ese servicio, aunque un gran número de fincas sean, por lógica, de habitantes de pueblos mayores. Pues bien, en tanto que un vecino de Pozoblanco paga 10,53 euros en 2015 por mantener la Mancomunidad de Caminos, un vecino de Torrecampo, por ejemplo, paga 38,65 euros por ese mismo concepto. Y hay más: como Pozoblanco paga más, puede arreglar más caminos.
Las consecuencias directas están claras: los caminos de Pozoblanco están mejor arreglados que los del resto de pueblos, pero como el resto de los ayuntamientos tienen reticencias para destinar las máquinas de la Mancomunidad al arreglo de caminos que no dan a fincas de sus vecinos, los vecinos de Pozoblanco que tienen fincas en otros términos suelen utilizar caminos en muy mal estado. Hay una consecuencia indirecta: dado que hay más gente que pierde que gente que gana, pierde el conjunto, y con el conjunto pierden los que viven de prestar servicios o vender productos, es decir, pierden especialmente muchos habitantes de Pozoblanco que tienen en esos menesteres su forma de vida.
* Publicado en el semanario La Comarca