Recursos
escasos y demagogia
El Estado puede asignar recursos por igual y
puede hacerlo de acuerdo con la necesidad (para igualar a los ciudadanos) y de
acuerdo con los méritos.
Cuanto más alto es el límite de los recursos que
se conceden por igual, más bajo es el de los que se distribuyen atendiendo a la
necesidad o a los méritos, si los recursos afectados son escasos o de suma
cero. O por decirlo de otra forma, si un dinero equis se adjudica asignando por
igual mucha cantidad a cada uno de los interesados, queda muy poco para
repartirlo atendiendo a criterios diversos.
Dado que la justicia conmutativa distribuye
recursos por entender que existe una dignidad idéntica en sus perceptores, la
asignación de recursos iguales tiene una marcha atrás muy difícil, pues el
beneficiario entiende que se le dan por lo que es y no por lo hace o deja de
hacer. Es más, la sociedad en su conjunto piensa que los recursos repartidos
por igual son conquistas sociales y adapta a ellos sus valores. Por eso, cuando
hay una situación de crisis económica grave y los gobernantes deben dar marcha atrás
en la adjudicación igual de recursos, no se enfrentan tanto a un problema de
índole económica (pues saben lo que tienen que hacer) como a un verdadero
cambio social.
En las democracias, los políticos tienden
naturalmente a hacerse querer por el electorado antes que a administrar con
rigor los recursos escasos, pues siempre están a expensas del voto de los
beneficiarios del reparto, por cuyo afecto compiten. El que recibe los recursos
escasos no sólo cree que se han consolidado los bienes y derechos que se le han
otorgado de manera conmutativa, sino que demanda más u otros, ya que ningún
sacrificio le ha costado merecerlos. El político que reparte los bienes y
derechos, y más aún el que aspira a repartirlos (a gobernar), está
continuamente dispuesto a satisfacer esas peticiones, o incluso a otorgar
derechos no reclamados, para ganarse el aprecio de quien ostenta la facultad de
situarlo en el Gobierno o en la oposición.