martes, 17 de febrero de 2015

Democracia y justicia (2)

Igualdad y mérito

Según la doctrina filosófica, justicia conmutativa es, en esencia, dar a todos por igual, mientras que justicia distributiva es, también en esencia, dar a cada uno de acuerdo con sus méritos. Tradicionalmente, la idea conmutativa de la justicia se ha aplicado a los pactos, en los cuales se genera un intercambio igual de derechos y obligaciones, en tanto que la justicia distributiva se ha aplicado a la distribución de bienes y derechos en la sociedad y al veredicto de los jueces, que deben valorar las diferencias de comportamiento.

Todos los derechos que se reparten afectan al desarrollo social y económico de un país y, en consecuencia, a su sistema de asignación de recursos. Ahora bien, hay unos derechos políticos, sociales o culturales, como el sufragio, en los que el beneficio de unos no supone directamente perjuicio para otros, y hay unos derechos de índole económica o suma cero, en los que se distribuyen recursos escasos, de manera que lo que gana uno lo pierde otro.

La Democracia ha tendido progresivamente a la asignación conmutativa de los bienes y derechos gracias a que el impulso de los progresistas ha sido asumido poco a poco por los conservadores. La consideración del ser humano como sujeto de derechos iguales, con independencia de su naturaleza y circunstancias, se ha ido afirmando en el ideario colectivo y en las leyes a medida que crecía la conciencia de los mínimos que merecía la dignidad humana. Los derechos de los presos, por muchos delitos de sangre que hubieran cometido, y la atención social hacia los que no contribuyen a las cargas o incluso hacia los contrarios al sistema, son ejemplos de la concepción igualitaria de las democracias modernas, verdaderos Estados Sociales de Derecho, que van más allá de la mera igualdad en el sufragio o de la pretensión de igualdad en el salario.


La elevación del punto de partida de la dignidad humana ha producido, no obstante, algunas situaciones inconvenientes que afectan a la concepción distributiva de la justicia, en las que no se diferencian suficientemente (ni se valoran) los distintos papeles que asumen los sujetos implicados. Así, el incremento de los derechos de los delincuentes, a los que frecuentemente se considera víctimas del sistema, ha supuesto una merma de la estimación social de las víctimas de esos delincuentes, a quienes se ve como parte del régimen que alienta los comportamientos delictivos. Y así, en algunos países, como España, el sistema educativo ha sido diseñado para elevar el nivel básico de todos los alumnos, lo que ha provocado la disminución del nivel superior y del nivel medio y la desmotivación de los mejores estudiantes, que ni han visto recompensado su esfuerzo ni han podido llevar hasta su límite las potencialidades de que disponían, con el consiguiente empobrecimiento de la sociedad.

(Continuará)