Sólo he encontrado dos
referencias a Juan Calero Merchán en los buscadores de internet, que fue
presidente del Club Deportivo Pozoblanco y que fue Concejal por el Grupo
Municipal del PSOE en el Ayuntamiento de Pozoblanco en la primera legislatura
democrática, la que arrancó en 1979. No hay más, lo que para quienes lo
conocimos personalmente viene una vez a demostrar que el bien pasa casi siempre
inadvertido y que lo ejemplar pertenece
más a la esfera de lo privado que de lo público.
Juan
Calero Merchán era miembro de una familia de Pozoblanco que tuvo once hijos, de
los que nueve murieron muy pronto. Cuando estalló la Guerra Civil, Juan Calero
estaba destinado en el Cuartel de la Montaña de Madrid, aunque la sublevación del
general Fanjul le pilló realizando tareas fuera del acuartelamiento. Estuvo
durante los tres años de guerra en el lado republicano, casi siempre en el
frente, donde realizó labores sanitarias (llegó a ser teniente médico), por
lo que los horrores de los que fue testigo dejaron en su ánimo una profunda
huella.
Junto a la puerta del laboratorio del Ejercito, adscrito al Cuartel de la Montaña, donde hizo el servicio militar |
Volvió a
su pueblo al terminar la contienda y a su antiguo empleo de auxiliar en una
farmacia, que simultaneó hasta su jubilación con el ejercicio libre de la
enfermería, el cual realizó de practicante. Aunque debía estar traumatizado por
lo que vivió, no lo demostró nunca. Ejerció siempre de hombre optimista,
ecuánime y conciliador. Se integró pronto en la vida de su pueblo y llevó su
aliento a quienes visitaba por razón de su oficio, fueran quienes fueran,
especialmente si eran de los más desfavorecidos. Y todo ello sin renunciar a
las ideas que encarnó la República, que llevó a la práctica con la máxima
coherencia, como lo demuestra el que, aunque pudo, no quiso ser empleado
público para no tener que pedir el informe de buena
conducta o adhesión al Movimiento Nacional.
Cuando
llegó la Democracia, se presentó como independiente en las listas del PSOE y
obtuvo un acta de concejal. Pero su espíritu libre y moderado y su afán por el
interés público antes que por ningún otro casaban mal con el voto obligado y el
interés del partido, por lo que dimitió cuando la legislatura iba por la mitad.
A partir de entonces, ya jubilado, volvió a centrarse en sus paseos diarios por
el pueblo que lo vio nacer y al que tanto quería, a asistir a toda clase de
eventos deportivos y a ejercer sin quererlo su alto magisterio de tolerancia,
especialmente entre los amigos de sus hijos y los vecinos de la calle Demetrio
Bautista, que también era la mía.
Conmemoración del 25º aniversario de los ayuntamientos democráticos |
En sus
casi cien años de vida, Juan Calero Merchán ha hecho mucho bien sin hacer
ruido. El ruido, que siempre ha sido más importante para los seres humanos que
los hechos mismos, es casi lo único que importa ahora. Vivimos en una época de
palabras vanas y de ruido, una época en la que se mira demasiado atrás y
propugnamos unos valores sólo de boquilla. Una época en la que tanto
necesitamos el ejemplo que nos dan personas como Juan Calero Merchán, cuyo
recuerdo permanecerá para siempre en la memoria de quienes tuvimos la enorme suerte
de conocerlo.