A un ciclista que vimos pie
a tierra entre las vías le preguntamos si había una ruta alternativa a la del propio
ferrocarril.
– Nos os preocupéis –nos dijo–: por aquí pasa un tren
cada mes, como mucho.
Y cuando llegamos a un punto en que el camino se topa
directamente con el agua, le preguntamos a alguien que andaba por allí cuál era
la forma de superar aquella cola del pantano.
– Por el viaducto –nos aseguró.
Sólo por curiosidad, pues se nos estaba haciendo tarde,
subimos el talud y vimos que el viaducto era apenas más ancho que las
traviesas, por lo que por la ruta que nos estaba proponiendo aquel hombre o pasaba
el tren o pasábamos nosotros, una alternativa que nos hizo sonreír, pues pocas
cosas hay más estúpidas que morir arrollado por un tren que circula una vez cada
mes.
Luego, en mi casa, he echado mano de lo que se
dice por internet sobre el tren que abastece de carbón a la central térmica de
Puente Nuevo y no he llegado a ninguna conclusión. En algunos sitios se dice
que el ferrocarril sigue abastecimiento de carbón a la mencionada central y se
usa para meter y sacar carros de combate de la base militar de Cerro Muriano, en
otros que los trenes pasan muy de vez en cuando y nunca los fines de semana y
en otros que ya no sirve para nada, pues la central se suministra de carbón con camiones. Tampoco he sacado en conclusión gran cosa sobre el origen del carbón
que supuestamente pasa por el ferrocarril, aunque la idea que más ha cuajado en
mi cabeza es la de que proviene de Puertollano a través de Almorchón.
Lo único seguro es que las vías no llegan más allá de
la central, o al menos que no llegan los trenes, y que hace muchos años que el tramo
de ferrocarril Córdoba-Almorchón más cercano a Córdoba fue desmantelado. Por
allí, las vías se encuentran en perfecto estado. Cuando digo por allí quiero
decir por la estación de Espiel, que es donde Rafael y yo hemos arrancado nuestro
paseo. La estación, que está al final de la CO-150, es ahora un albergue al que
el pasado domingo no se le veía mucho movimiento, ubicado al pie de la Sierra
del Castillo, donde hay escuela de escalada, la única de la zona Norte de
Córdoba, y no lejos de la ermita de la Virgen de la Estrella, patrona de la población.
De la estación sale un camino en dirección sureste
que corre durante un buen trecho dejando a la derecha las vías y, más allá, la lámina
de agua del pantano de Puente Nuevo, aunque luego el camino se pasa a la
derecha de las vías y va otro trecho pegando a la orilla por un talud
artificial, justo ante de que no quede más remedio que caminar por la cuneta
que hay junta a las vías o incluso por ellas, como a la vuelta vimos que hacía
una pareja de jóvenes enamorados, además del ciclista citado anteriormente. Durante
todo ese tramo no hay oposición para la vista, que se explaya con la contemplación
de los montes, de las pocas casas que salpican el paisaje, de los bosques de
pinos y de su inquieto reflejo sobre las aguas.
Unos cuantos cientos de metros más adelante, la vía
se separa de la orilla del pantano y es posible dejar el ferrocarril a la izquierda
y caminar por un camino estrecho que hay abierto sobre el terreno. Luego, el
camino vuelve a la izquierda del ferrocarril y gana empaque, al convertirse en
una servidumbre de paso que llega desde la ermita de la Virgen de la Estrella
para dar salida a varias fincas de olivos.
Cuando
esa servidumbre toma la desviación de la ermita, hay que volver a cruzar la vía
y caminar durante aproximadamente un kilómetro por un sendero que se abre en el
bosque de pinos, al final del cual se verá de nuevo el pantano en todo su
esplendor, incluidas las lejanas chimeneas de la central de Puente Nuevo, que
no afean el paisaje. Un poco más allá, deberemos torcer de nuevo a la izquierda,
evitar las numerosas sendas que nos llevan hacia la orilla y ahí se quedan y caminar
por alguno de los varios caminos que se abrirán ante nosotros o por el terraplén
de la vía antigua (la que existía antes de la construcción de la presa), que resulta
obligatorio para cruzar por dos pequeñas colas que forman otros tantos arroyos
que son afluentes del Guadiato.
Dos kilómetros más adelante, hay un viaducto enorme
(el que se ve desde la carretera de Córdoba a Espiel) y enseguida otro que,
como mencioné al principio, sólo se salvan por la vía nueva. Al pie del
viaducto había un pescador que nos confesó haber atrapado allí mismo lucios grandes
en otras ocasiones. Aquella, al parecer, el agua estaba muy fría y los peces no
picaban. Nosotros lo vimos operar inútilmente con su caña mientras nos comíamos
un trozo de morcilla, otro de queso y una mandarina. Luego, tomamos el camino
de regreso. Aquel día anduvimos en total cerca de veinte kilómetros.