La
tumba del apostal Santiago se descubrió (o eso dice la leyenda) más o menos
sobre el año 813, cuando reinaba en Asturias Alfonso II el Casto. Por aquel
entonces, los reinos musulmanes llegaban hasta muy al norte de la península
Ibérica, y no fue sino hasta el año 939, tras la batalla de Simancas, cuando se
aseguró el control por los cristianos del valle del Duero. Dado que la caída
del reino visigodo se produjo en el 711, es de suponer que durante esos
primeros años aún había en territorio dominado por los árabes muchos habitantes
de confesión cristiana, esto es, mozárabes, aunque no creo que tuvieran la
oportunidad de salir y entrar de él a su voluntad y dudo que existiera en ese
territorio gobernado por la fe musulmana un ambiente de fe cristiana lo
bastante grande como para que los impulsará a viajar desde el lejano Sur
creando rutas concretas a través de un área extensísima sojuzgada por creencias
y sentimientos ajenos, cuando no manifiestamente hostil.
Entre
el 978 y el 1002, Almanzor realizó numerosísimas razias contra los reinos
cristianos y en el 997 destruyó Santiago de Compostela (de la que sólo respetó
el sepulcro del apóstol) y obligó a los cristianos a trasladar las campanas de
la catedral hasta Córdoba, supuestamente a hombros. El apóstol Santiago
aparecía ya en el imaginario de los reinos cristianos como el paladín contra
los musulmanes. Santiago era “Santiago Matamoros”, y desde la legendaria
batalla de Clavijo (fechada en el 844, aunque al parecer nunca se dio), los
cristianos se lanzaban a pelear contra los musulmanes al grito de “Santiago y
cierra España”. No parece, en fin, que el clima entre cristianos y musulmanes
fuera muy favorable para permitir cruces masivos de fronteras, y más si el
objetivo era, precisamente, venerar a uno de los mayores símbolos de los
enfrentamientos, el apóstol Santiago.
La orden de
Santiago se creó en el siglo XII precisamente para proteger de los moros a los
peregrinos del Camino de Santiago. Los almorávides habían llegado antes a la
península ibérica, en 1086. Eran musulmanes ortodoxos y hostigaron a los judíos
y, especialmente, a los mozárabes, a quienes presionaron para que se
convirtieran al Islam. Los almohades llegaron poco después, en 1145. Seguían
una rama del Islam distinta a la de los almorávides, a los que persiguieron con
una fiereza parecida a la que tuvieron con los mozárabes. El que comprende los
siglos XI y XIII fue el periodo clave para el Camino de Santiago y
probablemente fue el de mayor violencia en la frontera entre los reinos que
operaron en la Reconquista, frontera que dio en llamarse Las Extremaduras.
Después de
varios siglos de dominación musulmana, en fin, lo lógico es que la población de
los cada vez más pequeños territorios dominados por los árabes fuera mucho más
musulmana que cristiana, y que los escasos cristianos que quedaran tuvieran
pocas ganas de viajar. Lo lógico, después de todo lo antedicho de forma muy
apresurada, es que nunca hubiera una ruta jacobea que fuera desde los
territorios musulmanes del sur de la península a Santiago de Compostela, lo que
no quiere decir que no hubiera algunos mozárabes que fueran a Santiago.
En todo caso,
los planos oficiales del Consejo Jacobeo sólo se refieren a los caminos que van
de Este a Oeste por el norte de la península Ibérica y, en un sentido más
amplio, cuando otros organismos relacionados directamente con el asunto hacen
referencia a los “caminos históricos”, incluyen como uno de ellos a la Ruta de la Plata, que partía de Sevilla, pero a ninguno que se llame “Mozárabe” ni
pueda ser su equivalente.
Como todos los
caminos conducen a Santiago, hay tantas formas de ir como se quiera. En
Internet he visto muchos de ellos, incluido el camino “Manchego” y varios caminos “Mozárabes”, como uno que iba de Córdoba a Toledo y debía de pasar por
Los Pedroches. Y en Internet he visto, también, que en la vecina comarca del
Guadiato hay una plataforma ciudadana llamada “Camino Mozárabe por el
Guadiato", cuyo afán es reivindicar que “la Ruta Almanzor, en su paso por
el Guadiato, es la única y verdadera que seguían históricamente los peregrinos
que se encaminaban a Santiago de Compostela”.
El domingo
pasado, sin otro ánimo que disfrutar del día y del paisaje, recorrimos nosotros
parte de uno de esos caminos llamados “mozárabes”, el que pasa por Los
Pedroches y enlaza con la Vía de la Plata, que quizá sea el que tenga más
predicamento entre los políticos, ya que ninguno de ellos parece tenerlo mucho
entre los historiadores. Dejamos el coche en la vieja carretera que iba de la
A-2231 a la estación del Zújar, que ahora es una veredita medio comida por las
retamas, y nos pusimos a andar en dirección a la estación.
Por allí pasa el
trazado del ferrocarril que va de Córdoba a Almorchón, al que me he referido en
una entrada reciente, que al parecer no tiene uso, aunque está en perfecto
estado de revista. De la estación, sin embargo, no hay rastro alguno, ni
siquiera sus ruinas, y un edificio próximo relacionado con el ferrocarril que
debió de albergar una vivienda para el personal se halla en estado ruinoso, con
el suelo de madera hundido y las bóvedas a punto de reventar, aunque desde la
puerta se divisa en el último cuerpo de la casa una silla de camping y un casco de litrona.
El supuesto Camino
Mozárabe gira hacia el Oeste pasando otra casa que hay junto a la vía y se topa
con el río Zújar a menos de medio kilómetro más adelante. El verbo topar está puesto
aquí bien a propósito, pues aunque poco antes del cauce hay una señal
indicativa de que por allí va el Camino de Santiago lo cierto es que no hay
puente ni nada parecido, y el río es un señor río, un río en condiciones, al menos
por esta época, con no menos de sesenta metros de anchura y una profundidad que
se ignora pero que asusta. Es decir, es un río invadeable en días como el que
se nos dio a nosotros, y presumo que lo es buena parte de los demás días del
año.
En consecuencia,
no nos quedó otro remedio que dar media vuelta. Desde allí, para ir a la ermita
de Nuestra Señora de Gracia de la Alcantarilla hay dos caminos posibles: el que
discurre por la carretera de Monterrubio (la mencionada A-2231), que es
directo, pues la ermita está junto a la carretera, y el que coge durante un
tramo la vía del tren, hacia el Norte. Ya he dicho que el tren no pasa nunca o
casi nunca, así que no debe ocurrir nada si se coge la vía. Ahora bien, debe
tenerse en cuenta que el viaducto con que el ferrocarril salva el río Zújar no
se halla en muy buen estado y que tiene algunas barandillas rotas, por lo que
puede resultar peligroso, especialmente para los que padezcan de vértigo.
Pasado el viaducto,
el camino gira hacia el Oeste poco antes de una caseta y busca el encuentro con
el que abandonamos al no poder vadear el río, al que se une menos de un
kilómetro más adelante. A partir de ahí, son numerosas las típicas señales indicativas
del camino jacobeo, que se ven mientras se sube un altozano, sobre el que hay una
cruz de piedra encalada. El camino corre en paralelo al río Zújar durante un
buen trecho y, con la visión casi permanente de la ermita a lo lejos, atraviesa
luego la llamada Dehesa de las Alcantarillas, para llegar al pie del montículo
donde se halla la ermita, que según he leído por ahí se llama Cerro Conto, en
el que al parecer hubo un castro ibero.
La ermita es preciosa y muy original, distinta de las otras que pueblan Los Pedroches, y
vale por sí misma una visita. Y el paraje es verdaderamente espectacular, especialmente
en una época como la presente, con el vecino río Zújar llevando agua a tente
bonete. En mi opinión, no hace falta para visitarla el gancho de hallarse en el
Camino de Santiago Mozárabe, que supuestamente toma allí la carretera de
Monterrubio. Ni a ella ni a Los Pedroches en general. Pero gente más sabia que
yo hay por ahí trazando caminos y, al fin y al cabo, todos ellos conducen a
Santiago.