viernes, 20 de septiembre de 2013

El derecho a decidir y la vuelta al almanaque zaragozano


        Hace falta que llueva. Se lo he oído a varios agricultores y ganaderos durante estos días y se lo he oído a mi padre. El año no viene malo de aceitunas y de bellotas, pero debe llover ya para que alcancen su tamaño y su calidad justa.

En mis paseos domingueros me he enterado, por ejemplo, de que el año pasado llovió de más y algunos terrenos se encharcaron, lo que impidió que crecieran y germinaran adecuadamente los cereales. Y también me he enterado de que el año pasado fue pésimo para la aceituna, que ni siquiera llegó a recogerse en la mayoría de fincas de Los Pedroches.
Amanece sobre Fuente La Lancha
 La vida de los agricultores y ganaderos es un sinvivir mirando al cielo. Cuando es verano porque es verano y no debe llover y cuando es invierno porque es invierno y debe hacer frío. Cuando no llueve porque hace falta que llueva y cuando llueve porque está lloviendo de más.

Mi abuelo materno, que era agricultor, compartía su tiempo entre la mirada al cielo y la lectura del almanaque zaragozano, que compraba inexorablemente cada año y al que colgaba con una guita de una alcayata en el salón, para tenerlo siempre a mano. 
Arroyo Guadamatilla el 15 de septiembre de 2013
 Mi abuelo no tenía seguros agrarios ni por entonces había Junta de Andalucía ni se pertenencia a la Unión Europea, es decir, que mi abuelo era un agricultor expuesto a la intemperie más absoluta. Ahora, los agricultores y ganaderos también están expuestos, pero ya no sólo miran al cielo, porque sus ingresos le vienen de la tierra (del cielo) y de las Administraciones, y todas las Administraciones chupan en materia agrícola y ganadera de la Unión Europea, que es la gran distribuidora de rentas agrarias.
 Por eso, al hilo de lo que está pasando en Cataluña, me imagino a los agricultores y ganaderos de aquella comunidad mirando expectantes, además de al cielo, a las calles y a los periódicos. Si como parece seguro, la salida de España supone la salida de la Unión Europea, los agricultores y ganaderos de una Cataluña independiente saldrían de la Política Agrícola Común (PAC) y de todo lo que significa. Y eso no se lo oído decir a ninguno de esos políticos que ahora propugnan tan románticamente el derecho a decidir (léase independencia). 
 El romanticismo tiene esas cosas, que es como el enamoramiento y ciega, especialmente cuando detrás sólo hay palabras lisonjeras. Los niños de los programas independentistas de TV3 no saben lo que es la PAC (ni el almanaque zaragozano) porque a nadie de los mayores que los educan les interesa que lo sepan, pero resulta extraño no oír las voces de personas que sí saben lo que es y lo que representa en relación con todo lo que está pasando en Cataluña.

Uno de estos días pasados oí en la radio a un residente de Cataluña, originario de otro lugar de España, decir que si Cataluña se separaba de España no passssaba naaada (así lo dijo, como mucho énfasis en algunas sílabas), y puso como ejemplo que en la provincia de Castellón una aldea se había separado del núcleo para formar un municipio nuevo y todo había seguido igual. El oyente en cuestión, evidentemente, no sabía lo que era la PAC. Es más, el oyente en cuestión no sabía que no se puede comparar un ayuntamiento (que mantiene el alcantarillado, el cementerio, el suministro de agua potable y otras competencias así) con el Estado (que tiene la Seguridad Social, las pensiones, el Banco Central y otras competencias del estilo). 
 


El oyente en cuestión debe de ser uno de los que se han conformado con las palabras del Sr. Mas sobre la utilización del euro en cualquiera de los escenarios posibles, como si la utilización del euro sin pertenecer a la Unión Europea (como hacen Kosovo, Montenegro, Andorra y otros) tuviera los mismos beneficios que si pertenecieras a ella, cuando no tiene ninguno. El oyente en cuestión no debe de saber lo que son los aranceles, ni el mercado único, ni la libre circulación de personas, ni la garantía de los depósitos bancarios, ni la deuda pública. Y no debe tener explotaciones agrícolas o ganaderas, porque no sabe lo es la PAC. O sí las tiene, pero prefiere el albur de las circunstancias del clima, que contrarresta consultando a su almanaque zaragozano, al trasiego de papeles de las subvenciones agrícolas.
 El oyente en cuestión, que parecía el prototipo de ciudadano medio de esa tierra hermosa llamada Cataluña, debe de creerse a pies juntillas lo que le dicen los líderes independentistas, que para ser independiente no hace falta ser grande, y que ahí están Bélgica o Luxemburgo para demostrarlo. No sabe que una cosa es ser soltero desde siempre (como Bélgica o Luxemburgo) y otra ser soltero después de pasar por un proceso de divorcio, especialmente cuando hay tantos intereses y tantos afectos compartidos. No sabe que en un proceso de divorcio hasta el cónyuge más rico sale perdiendo capacidad adquisitiva y hasta el cónyuge más herido y más frío debe superar un periodo traumático.
 En fin, que a la vista del suelo reseco y del Guadamatilla como un erial me he acordado de la PAC, del derecho a decidir y del zaragozano de mi abuelo, cuando hoy tocaba hablar de Fuente la Lancha y de la vereda de la Plata, que fue el camino que hicimos el domingo pasado. Lo dejaré para una mejor ocasión, que muchas habrá de visitar esa bendita tierra. A ver si para entonces ha llovido y puedo sacar alguna fotografía bonita de los campos verdes o de los arroyos corriendo.