martes, 12 de febrero de 2013

!Si os lo mandaran!

           “¡Si os lo mandaran!”, decían nuestras madres cuando salíamos a la calle a jugar al fútbol y llovía, o cuando en pleno agosto, a la hora de la siesta, cogíamos la bicicleta y nos íbamos por los caminos a bañarnos en la alberca de algún amigo. Entonces la naturaleza estaba más presente que ahora y era más salvaje. No había pabellones cubiertos, ni monitores deportivos, ni eso que ahora se llama actividades extraescolares. El mundo estaba lleno de peligros y de territorios inexplorados y nuestros padres vivían más ajenos a nuestra cotidianidad que ahora, aunque trataban de guiarnos por el camino recto con cuatro reglas esenciales, el principio de autoridad y el miedo a cuanto pudiera amenazar el futuro que habían previsto para nosotros. “¡Si os lo mandaran!” era una expresión que demostraba la impotencia de quien ya no podía someternos a su voluntad, para actuaciones éticamente neutras pero incomprensibles, que en ocasiones iba acompañada de alguna palabra más, como : “¡Estáis como una cabra! ¡Si os lo mandaran!”.
            Para quien por obligación debe levantarse temprano a diario, resulta de difícil comprensión que alguien se levante temprano un día que puede hacerlo tarde. En tal caso, si ha oído de chico la mencionada frase, no es raro que la diga cuando se entera de a la hora que quedamos los domingos por la mañana, particularmente si hace frío, como está ocurriendo estos días. “¡Si os lo mandaran!”. Nosotros no le echamos demasiadas cuentas, y como mucho contestamos que ya que nos levantamos temprano para trabajar, lo suyo es levantarse temprano para disfrutar, o que es de ignorantes alargar los días de trabajo y acortar los días de disfrute quedándose dormido hasta las tantas.
            A veces, cuando estamos viendo salir el sol, nos acordamos de alguien que se regodea en la cama y pensamos en lo que se está perdiendo. O cuando ya avanzada la mañana estamos con el queso y la bota, en mitad de la conversación, comentamos que otro se estará levantando entonces en tanto nosotros ya hemos consumido una buena parte de la jornada. Ese es nuestro particular “¡si os lo mandaran!”. Son, en fin, dos formas distintas de entender el mundo, y no digo yo que la nuestra sea la mejor. 
            Había que tener mucha vocación de caminante para madrugar el domingo pasado. Hacía frío y las sábanas se pegaban más de lo habitual. Pero vocación es precisamente lo que nos sobra a nosotros. De manera que estaba recién comenzado el día cuando dejamos el coche cerca del ya tristemente famoso cruce de la carretera A-435 con la N-502, donde días atrás se produjo un accidente, para continuar por la antigua carretera de Belmez, también llamada del Iryda, que ahora es un camino ancho, aunque amenazado por la vegetación, de firme granulado y duro y unos baches considerables, que en algunos tramos alcanzan proporciones de terreno bombardeado. 
Ida y vuelta, más de 19 km
            Curiosamente, un tramo del camino de unos cuantos cientos de metros ha sido reasfaltado como parte de las obras de la A-435 y se han arreglado las cunetas, lo que resulta ciertamente incomprensible teniendo en cuenta el absoluto abandono del resto de la vía y la ausencia de financiación para conectar la A-435 y la N-502.
            Con ese tema de conversación anduvimos durante un rato. Otro tema nos lo dio el frío, pues el campo estaba escarchado y las zonas más quietas de los arroyos y las charcas estaban cubiertas por una fina capa de hielo. Otro, las liebres y los conejos que salían a nuestro paso y una cierva que pastaba entre las ovejas de un rebaño. Y otro, por citar alguno más, la situación en que se encuentra la vecina comarca minera del Guadiato y el destino de los fondos que se están librando para su reconversión.
            La zona no está deteriorada urbanísticamente: se ven pocos chalets y los que se ven no desentonan, no hay explotaciones intensivas de ganado y la mayoría de las escasas edificaciones que descubre la vista entre el monte de jaras y chaparros son pequeñas y están en ruinas. La ruta discurre de Este a Oeste, al pie de los montes que enmarcan a Los Pedroches por el Sur, uno de los cuales es el conocido como cerro de las Antenas, porque sirve de localización para numerosas antenas de televisión y telefonía. Las minas de las Morras se ven a lo lejos desde una parte del recorrido, y el pueblo de El Viso, y las ruinas de lo que fue la aldea minera de El Soldado, especialmente su montaña de escorias cenicientas. 


           Ha sido un largo y bonito paseo, en fin, por este lado de Los Pedroches. Y hemos visto numerosos caminos por los que aún no hemos caminado, a los que sin duda iremos cualquier domingo de estos, por mucho que oigamos aquello de “¡si os lo mandaran!”.