sábado, 22 de febrero de 2025

Integración/asimilación

 

Ahora que en uno de esos movimientos pendulares con que se mueve la historia el mundo gira hacia la antiglobalización, yo me he acordado de aquella secuencia de La guerra de las galaxias en la que Luke y Obi-Wan van a la cantina de Mos Eisley, un local de mala reputación en la que hay un montón de extraños seres de la galaxia alternando de distinta forma, mientras una banda ameniza el ambiente con una música pegadiza. He dicho seres extraños y por extraños debe entenderse humanos y alienígenas de diferente procedencia, que, sin embargo, comparten no solo el gusto por la música, sino unos intereses en virtud de los cuales están en el mismo lugar al mismo tiempo, sabedores de que, en el fondo, han tenido un origen similar y tendrán el mismo destino.

El mundo va ahí, a eso, de modo que en el futuro todo será una especie de cantina de Mos Eisley en la que conviviremos hombres y mujeres, negros y blancos, creyentes y ateos, cristianos y musulmanes…, aunque ahora a unos les parezca que los otros son alienígenas que proceden de otro planeta y en ese planeta deben quedarse.

El mundo será mestizo y multicultural, cada una de las partes del mundo lo será, aunque unas tarden más y otras tarden menos en admitirlo. Por multicultural debe entenderse integrador, no asimilador. La diferencia es importante porque muchas veces exigimos a los inmigrantes que se integren, cuando lo que les estamos pidiendo es que se asimilen.

La integración implica que los grupos minoritarios participen en la sociedad mayoritaria sin perder su identidad cultural, lingüística y religiosa. Se basa en la convivencia y el respeto e incluye la preservación de costumbres y tradiciones y la adaptación mutua. La asimilación, en cambio, implica que los miembros de las minorías adopten la cultura dominante, lo que puede llevar a la desaparición de su idioma, sus costumbres y sus tradiciones.

El mundo del futuro será integrador. Lo será después de mucho sufrimiento. Tal vez ocurra como con las guerras de religión que sacudieron Europa durante casi dos siglos después de la Reforma protestante. Entonces, la razón (la fe, en realidad) no admitía transacciones y los muertos se contaron por millones y millones. De hecho, la idea de la integración al final del camino puede resultar en exceso optimista, incluso una quimera, pero lo mismo debió de parecerle a los católicos que luchaban contra los luteranos, esos seres diabólicos que representaban una amenaza religiosa, política y social. Y por idénticos motivos debió parecerle a los luteranos que luchaban contra los católicos. Y a los calvinistas, y a los hugonotes, y a los anglicanos…

Ahora, viendo en los telediarios ese afán por lo identitario, por lo puro, esa codicia por lo exclusivo que une a los que priorizan la tribu y el terruño de lo nuestro (por grande que sea) frente a la patria de todos los hombres y todas las mujeres, ahora, decía, esa idea puede parecer de imposible cumplimiento, pero la realidad es que ya nos estamos encaminando hacia ella, por un camino de minas y abrojos, dos pasos adelante y uno atrás, sin dirección casi siempre, sin saberlo, pero hacia esa meta ineludible. Porque está en la naturaleza de las cosas y porque ya hemos visto en los libros de Historia que todas las islas acaban ocupándose, que todas las fronteras acaban derrumbándose, que todos los imperios acaban desapareciendo, que todas las ideas gloriosas acaban siendo una más y que hasta las fes más intolerantes acaban respetando a las otras o desapareciendo.