domingo, 15 de septiembre de 2019

La opinión*

           ¿Es usted, amable lector de este artículo, un individuo dispuesto a escuchar las razones de los otros, aunque le incomoden, aunque sean contrarias a sus intereses, aunque sean muy distintas de las suyas? ¿Es usted de los que solo ponen la emisora que le gusta, de los que solo leen el periódico que se ajusta a sus ideas, de los que admiran a las personas que piensan como usted y desprecian a los que piensan de un modo diferente?

                ¿Ha pensado alguna vez que quizá usted no tenga la razón? ¿Se ha creído eso de que la verdad es solo una? ¿No le parece sospechoso que, casualmente, esa única verdad coincida con la suya, que es también las de las emisoras y periódicos que le gustan a usted? ¿Ha pensado alguna vez que la verdad es compleja, que está llena de matices, que tan necesaria es la parte de la verdad que cuentan las emisoras y periódicos que le gustan como la parte que cuentan los que no le gustan?

                ¿Ha reparado alguna vez en que hay una relación de intereses entre lo que le gusta a usted y lo que publican los medios? ¿Ha pensado que usted y los medios que sigue se refuerzan mutuamente, que lo que quiere el periódico que usted lee es contar con muchos lectores fieles como usted y lo que quiere usted es un periódico que le diga lo que usted quiere leer y solo eso?

¿Ha pensado usted que si ve un determinado noticiero de televisión, la emisora venderá más publicidad y sus directivos podrán repartirse más dinero? ¿Ha pensado que quizá a un periódico no le interese que usted sepa la verdad, sino que piense del modo que le interesa a un determinado partido político?

¿Ha pensado usted que los medios de comunicación viven de la publicidad y la publicidad sale de las grandes empresas? ¿Se ha preguntado si las grandes empresas quieren que usted piense de una determinada forma para que usted vote de una determinada forma?

¿Se ha preguntado por qué esa filtración que tanto compromete a un determinado partido político la ha dado un periódico y no otro?

¿Se ha preguntado por qué los políticos se pelean por salir en las fotos, por qué algunos "opinadores" presuntamente libres son tan sectarios?


En el fondo, todas las preguntas anteriores se resumen en esta: ¿Ha pensado que a ese periódico que lee o a ese noticiero que ve o escucha no le interese que usted tenga un pensamiento crítico (que piense libremente), sino que usted sea un seguidor fiel de una ideología determinada, a la manera que lo son los seguidores de un equipo de fútbol o una religión?

Si me he extendido cansándolo con todas esas preguntas es porque acabo de leer "El director", de David Jiménez, un libro en el que el autor cuenta su experiencia como director del diario El Mundo en el breve periodo de un año. En "El director" se describen con bastantes detalles las interioridades de la prensa, especialmente en su parte de la relación que une al informador con el informado.

El informador es el periódico y el informado, usted. El periódico le facilita a usted la información, a fin que de que usted sepa más de la realidad que lo rodea, y le facilita la opinión de pensadores cualificados, a fin de usted cuente con asesoramiento autorizado a la hora de entender mejor esa realidad. O así debería ser.

Pero no lo es. No lo es porque de por medio hay muchos intereses que no pretenden hacer de usted un pensador crítico, sino un consumidor. Y no solo un consumidor de los productos que se anuncian o del periódico mismo, sino un consumidor de ideología. Al parecer, en la mayoría de las ocasiones la información que a usted le llega está más o menos viciada por causas que tienen que ver con los intereses personales de quienes las emiten o con sus prejuicios, con los intereses de las grandes empresas o con los intereses de los partidos políticos.

O sea, que como usted es en buena parte lo que es por la información y la opinión que recibe, usted es en buena parte lo que es a partir de una información viciada, que no pretende hacer de usted un sujeto libre, sino un consumidor de intereses ajenos a usted.

¿Lo sospechaba usted? Seguramente sí, porque en el fondo nada de lo que se cuenta en el libro es muy distinto de lo que sabíamos o, al menos, de lo que sospechábamos.

Y si lo sospechaba usted, ¿no sospecha de lo que oye, de lo que lee, de esa emisora que tanto le gusta, de ese comunicador al que tanta devoción le tiene?

¿Entiende ahora por qué le hacía tantas preguntas al principio?

La información va del informador al informado. Para que el informador respete la verdad, el informado (o sea, usted) tiene antes que respetarse a sí mismo. Nada de lo que le cuenten será verdad si usted no quiere que le cuenten la verdad, sino la parte de la verdad que a usted le gusta, porque eso será lo que se venda. O dicho de otra forma, el problema se solucionaría si los periódicos malos dejaran de venderse, si los programas manifiestamente parciales dejaran de verse, si dejara de leerse a los periodistas sectarios.

Quiérase. Piense por sí mismo. Lea también lo que leen los que no piensan como usted. No consuma información como si fuera hierba que se limitara a engordarlo, porque entonces los que supuestamente lideran su forma de pensar lo trataran como a un borrego y, sin que usted se dé cuenta, lo estarán pastoreando.

* Publicado en el semanario La Comarca.