miércoles, 30 de mayo de 2018

1. Hontanas o Ese destino compartido



¡Ea, parece que esto va en serio!

Es la sensación que tengo cuando pongo los pies en el suelo después de dar muchas vueltas en la cama. No he dormido bien, me he despertado mucho antes de la hora, pero no tengo sueño y estoy bien de ánimo. Me preparo a conciencia, especialmente los pies, me visto con la parsimonia de los toreros y voy varias veces al cuarto de baño que comparto con unos extranjeros y que ha tenido la luz encendida toda la noche, porque se le ha roto el interruptor.

Al amanecer, salgo a la calle. Hace fresco, pero está despejado. Es domingo y Burgos tiene ese aire postapocalíptico de las ciudades desiertas. Debo andar un buen trecho para encontrarme con una cafetería abierta, en la que tomo a solas con el camarero un desayuno potente, de casi todo. Luego, cojo la ribera del Arlanzón y la sigo hasta el puente de los Malatos, que me pone en el Camino oficial, donde empiezo a ver a gente como yo.

Esa gente como yo se hace más numerosa conforme vamos saliendo de Burgos y forma una fila discontinua, de pequeños grupos y algunas personas solas. Aunque me limito a saludarlos (buenos días, buen camino), no me son ajenos, no son como los españoles que me rodeaban ayer en los bares del centro, pues hay algo importante que me une a ellos: el destino.

Lo pienso mientras ando. Lo pienso otra vez, otras veces, mientras camino por una llanura verde e inabarcable.

Mucho tiempo después, el cansancio empieza a afectarme, dejo de pensar y me concentro en respirar cadenciosamente.

Llego a Hornillos del Camino, la parada normal, y sigo. Hontanas aparece al superar una cuesta, allá abajo, a treinta y tantos kilómetros de mi punto de partida.



* Ruta
* Aquí  información sobre la ruta hasta Hornillos y, aquí, del resto.