Dábamos un paseo por Cambil
(Jaén), haciendo una ruta que sigue los miradores que rodean al pueblo, y hacía
un frío helador. Cuando preguntamos a un vecino por qué se veía tan poca gente
por las calles, nos contestó que había mucha en la recogida de la aceituna. Entonces
hicimos algunos comentarios sobre la dureza de ese trabajo, que conocemos más o
menos de cerca porque también se lleva a cabo en nuestra zona, que es de sierra
y no permite la maquinaria, y supongo que por unos momentos imaginamos cómo
debería ser. Lo imaginamos trasponiendo nuestra situación a la de ellos.
Seguramente pensamos que ellos, trabajando, sentían el mismo frío que nosotros,
paseando, pero acentuado y por más tiempo.
Yo
me acordé entonces de algo que me dijo un amigo hace años: “Cuando tienes aire
acondicionado en tu casa, en el trabajo y en el coche, no sabes lo que es el
calor, por mucho calor que pases”. Aquel día hablamos del calor que pasaban los
segadores, trabajando de sol a sol con la misma ropa del día anterior y la
misma roña, mal dormidos, mal comidos y mal pagados. Y me acordé del dolor que
sufren los que ven una película, que es ajeno y termina cuando llega el final,
o del que sienten los que leen un libro, que concluye cuando se deja sobre la
mesa. Nuestro frío en Cambil, de hecho, concluyó antes de completar el
recorrido en un restaurante del pueblo.
Ahora
hay una suerte de turismo jornalero, que consiste en pagar para sentir lo que
sienten los lugareños en pleno ejercicio laboral. Es como el de los niños que
van a una granja escuela a ver cómo balan los corderitos o cómo se ordeñan las
vacas. Hay gente que paga para coger aceitunas durante un rato, a mano, nada de
máquinas, antes de dirigirse a un local calentito donde les pondrán a mojar
sopas en aceite, además de queso y jamón con vino tinto. Y está bien. Por razones
económicas y culturales, está bien. Está bien porque así se saca un dinero y se
aprende a valorar el producto, al territorio y a la gente que lo trabaja. Pero
que no se lleven (nos llevemos) a engaño los turistas: el frío de verdad no es
más frío, sino más y distinto, el calor de verdad es otra cosa, y estar todo el
día trabajando es mucho más que la suma de unos cuantos ratos de faena para ver
qué se siente.