La elegancia está en la
armonía, y la armonía se place con lo sencillo. La elegancia no
solo afecta a las formas, también lo hace a los fondos. Una persona
tiene un carácter elegante, por ejemplo, cuando su trato es afable,
cuando sus problemas no se transmiten a su entorno, cuando sus
negativas son corteses y cuando en público modera sus éxitos,
cuando no sobreactúa, en fin.
El gran enemigo de la
elegancia es la sobreactuación. En la naturaleza se ve claro. La
naturaleza busca lo más económico, lo más sencillo, y se toma su
tiempo para conseguirlo. Cuando la naturaleza sobreactúa (huracanes,
terremotos, inundaciones, etc), pierde su belleza y se vuelve
peligrosa.
También se ve claro en
el arte. El buen actor es el que convierte en natural la ficción de
un papel. El actor que sobreactúa no es natural, no transmite el
papel, es un mal actor. Cuando el actor es bueno, el espectador se
mete en la obra y no percibe al actor, sino a la obra. Solo en muy
contadas ocasiones y al final se da cuenta de que está viviendo (o ha vivido) en
otro mundo y se asombra, y entonces valora el gesto, el detalle, la
finura, el trabajo, de quien está subido en el escenario.
El buen escritor es el
que hace que los lectores se deslicen por el libro sin reparar en las
formas más que muy raramente. El lector de un buen libro no percibe
de las formas su gusto, sino su regusto. A veces, el lector de un
buen libro repara en el sosiego de su propio ánimo y se detiene a
indagar en los detalles de lo que lee. Es entonces cuando descubre con
asombro que cada palabra está donde debe estar y dice lo que debe
decir.
Las personas que
sobreactúan cansan. Los actores que sobreactúan agotan su capacidad
de expresión en pocos minutos. Los libros que sobreactúan resultan
bonitos al principio pero aburren al cabo de unas cuantas páginas.
El objeto artístico es
un conjunto de detalles en tal armonía que el detalle casi nunca se
percibe. Una buena película puede verse decenas de veces y en cada
una de ellas puede apreciarse algo nuevo. Con los buenos libros pasa
lo mismo. Y con los buenos cuadros. Y con las buenas personas.
Lo digo porque llevo
unos días oyendo el disco Via Libre de Aldo Narejos y no me canso.
Se ve que hay armonía en él, y que está construido con un montón
de detalles que voy descubriendo poco a poco.
En el detalle nos
fijamos Carmen y yo el otro día cuando fuimos al campo a hacer
fotos. El otoño aún no había llegado y la naturaleza parecía
agotada. La naturaleza es armoniosa en circunstancias normales, sin
embargo, y, como las buenas personas, guarda siempre múltiples
detalles tras su aparente atonía.