Aunque no entiendo mucho
de eso, he podido observar que la moda empieza por lo único y por lo
excesivo, es decir, por lo caro, antes de extenderse para el común
de los mortales, que debe comprar prendas genéricas y pagar precios
más bajos si quiere vestirse y adornarse como visten y se adornan
las personas de referencia, es decir, los modelos a imitar.
Las personas de
referencia en esto de la moda son la gente que tiene poder, o dinero,
o una fama ligada a los medios de comunicación, que deben hacer
ostentación de su éxito, porque en la sociedad actual un triunfo
sin reconocimiento público es un triunfo incompleto. Hay toda una
industria dedicaba en exclusiva a ellos que ha crecido con la crisis,
cuya expresión mas certera está en los escaparates de las calles
más caras de mundo, algunas de las cuales se encuentran en Milán.
En las calles de Milán
cercanas al Duomo uno puede hallar las dos caras más extremas de esa
realidad: las pocas personas que entran y compran en las tiendas de
las más conocidas marcas de lujo del mundo y el nutrido grupo de
personas que pasean por las calles, admirando la arquitectura de los
edificios, reconociendo el nombre de las tiendas y contemplando las
prendas de los escaparates.
Esos dos grupos de
individuos, los que entran y los que pasean, los que compran y los
que contemplan, los fotografiados y los que fotografían, son los
mismos grupos que uno puede encontrar cuando se sube en el barco que
sirve de línea de transporte de viajeros en el lago Como, para
admirar no solo la belleza del paisaje, sino las grandes mansiones de
las personas pudientes que se han instalado en este paradisíaco
lugar.
Entre los pasajeros del
barco en cuestión había un nutrido grupo de argentinos, que
aparentemente no se conocían entre sí. Al verlos y al oírlos
hablar, los he sentido muy cercanos a mí, y, como yo, dentro del
grupo de los que pasean, contemplan y fotografían. Y no sé muy bien
por qué en ese momento he advertido que ellos y yo también éramos
unos privilegiados, pues no todo el mundo puede costearse un viaje
como el que nosotros estábamos disfrutando.
Aunque con frecuencia se nos olvide, en fin, hay otro grupo que ni entra ni pasea, ni compra ni contempla, ni es fotografiado ni
fotografía, al menos por donde nosotros lo estábamos haciendo.