viernes, 15 de enero de 2016

La callada por respuesta

           España se ha modernizado y ha dejado de ser el país del vuelva usted mañana, pero aún sigue siendo el de la callada por respuesta. Lo digo porque aquí hay muy poca gente que te mire a los ojos y te diga que no, por inocente que sea la demanda y fácil que sea la contestación. Lo normal es que si el interesado pide algo se le den largas (o carrete, como también se dice) con las excusas más imaginativas y se deje dormir el asunto hasta que se entienda que el silencio es negativo

            En España, la respuesta negativa se sigue encomendando al tiempo, que ahoga poco a poco las esperanzas pero no las mata, para que acaben muriéndose solas. En España no se entiende que una esperanza que termina da lugar a otra, que cuando finalice debe dar lugar a una tercera, y así sucesivamente. No parece sino que llegamos al mundo con una sola esperanza que debe ser lo último que se pierda y, en consecuencia, que nadie puede defraudar sin ofender terriblemente.

            En España, una negativa no se entiende como una puerta que se cierra, sino como la puerta que se cierra. En España, los que deben contestarte no entienden que mientras más tarden en hacerlo más vas a tardar tú en abrir otras sendas, que tal vez sean mejores.

            Eso, y que en España los que deben responder negativamente no tienen la valentía necesaria para mirarte a los ojos sin que les tiemble la voz.

Es poco frecuente encontrarse con dos caminos que se cierran