Hace unas
cuantas semanas, el genial humorista Juan Carlos Ortega (catalán) contaba en el
programa de RNE que dirige Pepa Fernández (catalana) el cuento de una señora
que quería divorciarse de su marido a días, según le interesara. Lo he
recordado después de leer el artículo Ya no soy del Barça, publicado en El Periódico el 19 de julio pasado, en el
que Xavier Sardà (catalán) se atreve a decir lo que muchos seguidores de ese
equipo no quieren o no pueden expresar: la descarada manipulación con fines de
partidismo político de los sentimientos de toda la afición del club, de la que
es buena muestra la fotografía en la que aparecían los cuatro candidatos a la
presidencia con las camisetas del 27S en un acto realizado en las instalaciones
del Camp Nou a propuesta de la Asamblea Nacional Catalana, Òmnium Cultural y la
Plataforma Proselecciones Deportivas Catalanas.
En dicho acto, los cuatro candidatos se mostraron partidarios
de que fuera cual fuera el resultado de las elecciones del 27 de septiembre, el
ámbito natural del FC Barcelona siguiera siendo la liga española. O sea, igual
que en el cuento de Juan Carlos Ortega, como si fuera posible divorciarse todos
los días menos los fines de semana y durante las vacaciones, que es cuando me
lo paso bien con mi marido. Y sería tan cómico como ese cuento si no fuera
demasiado serio como para tomárselo a broma.
Besalú, Girona, verano de 2011 |
Irse pero
quedarse, según me interese, es imposible cuando hay de por medio una ruptura
emocional. Los independistas catalanes no parecen darse cuenta de ello y
plantean la situación como una ruptura amigable, en la que todo va seguir como
hasta ahora en lo que interese y mejor en lo que no interese. Vamos, un chollo.
Se creen que la relación el día después de la independencia sería todavía mejor
que la que existe entre dos países fronterizos y socios, como Bélgica y Holanda,
por ejemplo, y no se dan cuenta de que eso no es posible tras un divorcio no
deseado por uno de los dos.
Valle de Nuria, Girona, verano de 2011 |
Echar las
cuentas sobre el producto interior bruto de un lado y de otro sin computar lo
que la ruptura emocional puede suponer de castigo hacia el otro es,
sencillamente, no echar las cuentas bien. Si Cataluña se independiza de España,
el Barça tendrá que jugar en una liga catalana y serán muchos los simpatizantes
españoles del Barça que dejarán de tragarse lo que ahora se tragan y dejarán de
ser de ese equipo, como ya ha hecho Xavier Sardà. Dejar de ser de un equipo es, ya se sabe, lo último que uno
hace en la vida. Antes, mucho antes, esos y otros españoles habrán roto
afectivamente con Cataluña, una ruptura que conllevará, como todas las rupturas
afectivas, un severo correctivo de todo tipo, también económico.
*Publicado en el semanario La Comarca
Olot, Girona, verano de 2011 |