Todos tenemos
derecho a recibir una educación de
calidad, a recibir una sanidad de calidad y a recibir unas pensiones de
calidad, entre otras muchas prestaciones de calidad.
Todos los
seres humanos tenemos derecho a vivir como los daneses o los noruegos, pongo
por ejemplo, o incluso mejor. Cuando digo todos los seres humanos no digo solo
los alemanes, que las reciben de una forma parecida, o los españoles (todos los
españoles, remarco), sino también todos los griegos. Y añado que también tienen
ese derecho todos los habitantes de la República Democrática del Congo y todos
los de Haití, por citar solo dos ejemplos.
Independientemente
de que en todas partes haya diferencias entre ricos y pobres, parece evidente
que en unos países son más grandes que en otras, y parece evidente que unas
sociedades están mejor gestionadas que otras. Quizá la diferencia entre la
calidad de los derechos que asisten a todos los congoleños y a todos los daneses
no sea sólo la gestión, pero sí parece serlo la diferencia entre la calidad de
los derechos que tienen los daneses y la que tienen los griegos.
Si
fuera posible gastar indefinidamente lo que no se tiene, todos viviríamos como
los daneses. Eso debería saberlo cualquier honrado padre de familia.
Todas
las economías son parecidas, la estatal y la familiar, aunque una tenga la
facultad de imprimir billetes y otra no. No hace falta ir a la facultad para
saber de economía, como nos demuestran a diario quienes deben llegar a fin de
mes con un sueldo de miseria. Por muchos teoremas que se aprendan en la
facultad de Económicas, la economía no es una ciencia matemática (natural), sino social,
y se aprende con la experiencia del día a día. Su mayor teorema es el sentido
común. Si se aplica el sentido común, se gestiona bien. Si no se aplica el
sentido común, se gestiona mal.
Si
un padre de familia cree que puede vivir indefinidamente tan bien como su
vecino por el mero hecho de gastar dinero prestado, se equivoca. Podrá gastarse
dinero prestado para invertir en educación o en un negocio, porque ese dinero
generará riqueza si está bien gestionado, pero no para irse de vacaciones una y
otra vez o para tener tantas teles como le apetezca.
Si
fuera posible gastar indefinidamente lo que no se tiene -insisto–, imprimiendo
billetes o pidiendo dinero prestado, todos viviríamos como los daneses. Y no
sólo los españoles o los griegos, también vivirían todos los congoleños y todos
los haitianos y con ellos todos los habitantes del mundo. Lo malo del dinero es
la riqueza de un país es la que es, por más billetes que imprima el banco
central, y que los préstamos hay que devolverlos, porque de lo
contrario no te vuelven a prestar.
Como
el sentido común dice que la solución está en gestionar mejor, no acabo de
entender a esos que quieren liderarnos prometiéndonos el oro y el moro sin gestionar mejor, sin
apenas sacrificios y sin aumentar la riqueza. Ni entiendo a quienes los escuchan. ¿Es que ellos mismos no
han aprendido de la gestión de su casa? ¿Creen, de veras, que todo se
solucionaría apretando las tuercas de los ricos, dejando de pagar las deudas e
imprimiendo billetes?