miércoles, 28 de mayo de 2014

Cementerio abandonado



                Creo que nos dijo llamarse José y apodarse El Potente (también hay Potentes en Pozoblanco, nos aseguró), aunque en todos los letreros del bar del que es titular pone Potete. “No, no está abandonado. Es el cementerio nuestro, el de El Porvenir”. Llevábamos un buen rato charlando sobre el pasado glorioso de su aldea, él a un lado de la barra y Rafael y yo al otro, y había llegado el momento de marcharnos. Yo le había expresado que queríamos ir a ver un cementerio que aparecía en los planos como abandonado y le había preguntado por la forma de llegar a él.
                 Rafael y yo veníamos desde Peñarroya por un camino que sale de la calle Dos de Mayo y discurre en paralelo al ferrocarril de Almorchón, ahora en desuso. Durante buena parte del recorrido inicial vimos a la izquierda un huerto solar y, más allá, las construcciones, instalaciones y restos de lo que fue una de las más importantes áreas de trabajo de la zona minera de Peñarroya, en tanto a la derecha contemplamos todo el esplendor de El Peñón, la emblemática montaña que vigila la ciudad. Habíamos cruzado luego la vía del tren y, tras salvar el arroyo de La Parrilla (que a tenor de la vegetación que lo ciñe siempre debe de llevar agua), girado hacia la izquierda frente al cortijo El Palenciano (según reza el cartel que hay a su entrada, aunque en otros sitios he visto El Palaciano), que dista unos dos kilómetros de El Porvenir.

                El Porvenir de la Industria, que es una aldea de Fuente Obejuna, es una población limpia y bien cuidada, de casas nuevas, calles rectas trazadas en cuadrícula y un pequeño parque con una estatua que homenajea a los mineros. Para ir del bar Potete (o tal vez Potente) al cementerio hay que tomar la calle Andalucía adelante, dejando a la izquierda una pista polideportiva y a la derecha el descampado donde en otros tiempos tenían su parada los autocares de los trabajadores de las minas. Tras abandonar el pueblo, hay que cruzar por un arco que anuncia el merendero Nuestra Señora de Fátima, pasar entre el campo de fútbol (que cuando nosotros fuimos estaba comido por hierbajos) y la iglesia que construyó hace casi cien años la Sociedad Minero Metalúrgica y seguir adelante más de medio kilómetro, en paralelo al camino mejor que hay al otro lado de la valla que impide el paso a los terrenos de la compañía minera.
                 El Iberpix, que es la plataforma cartográfica del Ministerio de Fomento, apunta el lugar de esta forma: “Cementerio (abandonado)”. Desde la fachada principal, no parece estarlo. Está bastante bien encalado y es perfectamente legible un cartel con su nombre y una cita del Libro de los Macabeos que dice: Cementerio el Porvenir Ntra Sra de los Dolores. “Es una idea piadosa y santa rezar por los difuntos…” Pero en cuanto entras, se nota que el Iberpix no se ha equivocado.
                 Adentro, había un hombre mayor que nosotros parado frente a un nicho, como si rezara. Al vernos, se acercó y nos preguntó si éramos de la televisión. Le contestamos que no, lógicamente, pero quisimos saber por qué nos lo había preguntado. “Porque quiero que se haga público el estado en que el Ayuntamiento de Fuente Obejuna tiene a este cementerio”, nos dijo. Aquel día (finales de abril de este año), el estado del cementerio era verdaderamente lamentable, como no he visto otro en ningún sitio, y soy un habitual visitador de este tipo de inmuebles. Los jaramagos crecían sobre los tejadillos, había trozos enteros de la galería norte caídos y, como nos advertió aquel hombre, estaban a la vista algunos ataúdes. Tras señalarnos con dolor los nichos de sus familiares, algunos de ellos muy cercanos, aquel hombre nos habló del pasado glorioso de El Porvenir y de lo mucho que aquella riqueza había ayudado a Fuente Obejuna, que ahora se olvidaba de ellos de la forma más deshonrosa posible, olvidándose de sus muertos.
 Uno no acaba de entender muy bien cuáles son a veces los objetivos de los que nos gobiernan. Seguro que hay muchas fiestas que celebrar, muchos edificios que mantener, muchas asociaciones que subvencionar, muchos empleados públicos a los que pagar un sueldo y muchos expedientes que tramitar, y seguro que todo es justo y bueno para la sociedad, pero no creo que nada de eso sea tan importante como mantener con el mínimo decoro el lugar a donde hemos llevado los cadáveres de nuestros padres y de nuestros hijos. “Porque quiero que se haga público el estado en que el Ayuntamiento de Fuente Obejuna tiene a este cementerio”, nos dijo aquel hombre con el corazón destrozado. Y como a mí me pareció un objetivo loable, público lo hago, aunque yo no sea de la televisión y esto lo lean cuatro gatos.