Creo
que nos dijo llamarse José y apodarse El Potente (también hay Potentes en
Pozoblanco, nos aseguró), aunque en todos los letreros del bar del que es
titular pone Potete. “No, no está abandonado. Es el cementerio nuestro, el de
El Porvenir”. Llevábamos un buen rato charlando sobre el pasado glorioso de su
aldea, él a un lado de la barra y Rafael y yo al otro, y había llegado el
momento de marcharnos. Yo le había expresado que queríamos ir a ver un
cementerio que aparecía en los planos como abandonado y le había preguntado por
la forma de llegar a él.
Rafael
y yo veníamos desde Peñarroya por un camino que sale de la calle Dos de Mayo y
discurre en paralelo al ferrocarril de Almorchón, ahora en desuso. Durante
buena parte del recorrido inicial vimos a la izquierda un huerto solar y, más
allá, las construcciones, instalaciones y restos de lo que fue una de las más
importantes áreas de trabajo de la zona minera de Peñarroya, en tanto a la
derecha contemplamos todo el esplendor de El Peñón, la emblemática montaña que
vigila la ciudad. Habíamos cruzado luego la vía del tren y, tras salvar el
arroyo de La Parrilla (que a tenor de la vegetación que lo ciñe siempre debe de
llevar agua), girado hacia la izquierda frente al cortijo El Palenciano (según
reza el cartel que hay a su entrada, aunque en otros sitios he visto El
Palaciano), que dista unos dos kilómetros de El Porvenir.
El
Porvenir de la Industria, que es una aldea de Fuente Obejuna, es una población
limpia y bien cuidada, de casas nuevas, calles rectas trazadas en cuadrícula y
un pequeño parque con una estatua que homenajea a los mineros. Para ir del bar
Potete (o tal vez Potente) al cementerio hay que tomar la calle Andalucía
adelante, dejando a la izquierda una pista polideportiva y a la derecha el
descampado donde en otros tiempos tenían su parada los autocares de los
trabajadores de las minas. Tras abandonar el pueblo, hay que cruzar por un arco
que anuncia el merendero Nuestra Señora de Fátima, pasar entre el campo de
fútbol (que cuando nosotros fuimos estaba comido por hierbajos) y la iglesia
que construyó hace casi cien años la Sociedad Minero Metalúrgica y seguir
adelante más de medio kilómetro, en paralelo al camino mejor que hay al otro
lado de la valla que impide el paso a los terrenos de la compañía minera.
El
Iberpix, que es la plataforma cartográfica del Ministerio de Fomento, apunta el
lugar de esta forma: “Cementerio (abandonado)”. Desde la fachada principal, no parece
estarlo. Está bastante bien encalado y es perfectamente legible un cartel con su
nombre y una cita del Libro de los Macabeos que dice: Cementerio el Porvenir Ntra Sra de los Dolores. “Es una idea piadosa y
santa rezar por los difuntos…” Pero en cuanto entras, se nota que el
Iberpix no se ha equivocado.
Adentro,
había un hombre mayor que nosotros parado frente a un nicho, como si rezara. Al
vernos, se acercó y nos preguntó si éramos de la televisión. Le contestamos que
no, lógicamente, pero quisimos saber por qué nos lo había preguntado. “Porque
quiero que se haga público el estado en que el Ayuntamiento de Fuente Obejuna
tiene a este cementerio”, nos dijo. Aquel día (finales de abril de este año),
el estado del cementerio era verdaderamente lamentable, como no he visto otro
en ningún sitio, y soy un habitual visitador de este tipo de inmuebles. Los
jaramagos crecían sobre los tejadillos, había trozos enteros de la galería
norte caídos y, como nos advertió aquel hombre, estaban a la vista algunos ataúdes.
Tras señalarnos con dolor los nichos de sus familiares, algunos de ellos muy
cercanos, aquel hombre nos habló del pasado glorioso de El Porvenir y de lo
mucho que aquella riqueza había ayudado a Fuente Obejuna, que ahora se olvidaba
de ellos de la forma más deshonrosa posible, olvidándose de sus muertos.
Uno no acaba
de entender muy bien cuáles son a veces los objetivos de los que nos gobiernan.
Seguro que hay muchas fiestas que celebrar, muchos edificios que mantener, muchas
asociaciones que subvencionar, muchos empleados públicos a los que pagar un
sueldo y muchos expedientes que tramitar, y seguro que todo es justo y bueno
para la sociedad, pero no creo que nada de eso sea tan importante como mantener
con el mínimo decoro el lugar a donde hemos llevado los cadáveres de nuestros
padres y de nuestros hijos. “Porque quiero que se haga público el estado en que
el Ayuntamiento de Fuente Obejuna tiene a este cementerio”, nos dijo aquel
hombre con el corazón destrozado. Y como a mí me pareció un objetivo loable, público
lo hago, aunque yo no sea de la televisión y esto lo lean cuatro gatos.