martes, 20 de agosto de 2013

Nueva York (la ciudad I)

                Con la excusa de ir a ver a Luis, Carmen y yo hemos pasado unas vacaciones en Nueva York. Hemos ido por nuestra cuenta y hemos residido en la habitación de un apartamento de Manhattan ofrecido en internet con derecho a usar de todas las dependencias del mismo, incluida la cocina. Mi experiencia no da para escribir una guía de la ciudad ni quiero caer en el error de mostrar como sumamente excepcional lo que hace un montón de gente. Esta es, no obstante, una página en la que salen a relucir algunas experiencias de quien la escribe, y no cabe duda de que un viaje de estas características es algo excepcional para alguien como yo, que está más habituado a los desiertos senderos de Los Pedroches que al disparatado trajín de los aeropuertos, cuya organización me asombra casi tanto como el hecho de que unos aparatos enormes puedan levantarse del suelo y llevarte en unas cuantas horas al otro lado del océano.

                Por otro lado, aunque haya mucha gente que viaja y que se planta en cualquier parte del mundo a poco que le den una oportunidad, también la hay que, aunque con vocación viajera, le tiene cierto reparo a salir al extranjero o prefiere la seguridad de los tours organizados a la aventura de viajar por su cuenta sólo porque lo suponen demasiado arriesgado o porque no se creen capaces de superar la barrera idiomática. Esta entrada y la siguiente van dirigidas en especial a estos últimos, por lo que tendrán un carácter más instrumental que de costumbre. Viajar por tu cuenta es siempre más barato aunque estés de viaje muchos más días y permite el contacto directo con el país y con su gente, una experiencia que se limita notablemente cuando se hace dentro de la comodidad de un grupo organizado.

Grand Central Terminal, que ahora cumple 100 años
                Para empezar, debo decir que el viaje a Nueva York se justifica de sobra. La ciudad no se puede calificar de hermosa, aunque lo es a su estilo, sino de impresionante, con el añadido de que andar por sus calles siempre tiene algo de evocador, dado que la geografía urbana de esta urbe ha sido y es escenario tanto de multitud de acontecimientos trascendentales para la Historia Contemporánea como de una infinidad de historias de ficción, ya sean del cine o de la novela.
Biblioteca de la universidad de Columbia. La estatua representa al "Alma Mater"
                Nueva York está dividida en cinco distritos (Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens y Staten Island), pero las guías que he consultado se refieren casi exclusivamente a Manhattan, que puede considerarse algo así como el casco histórico de lo que sería una ciudad europea. Los planos que se ofrecen a los turistas se refieren sólo a Manhattan y a una pequeña zona de Brooklyn y los autobuses turísticos que recorren los puntos más destacados de la ciudad permitiendo a los turistas subirse y bajarse tantas veces como quieran no se alejan de las zonas mencionadas. Esto debe tenerlo en cuenta el viajero porque he visto ofertas de paquetes turísticos que ofrecen avión y hotel a precios bastante baratos pero referidos a hoteles muy alejados de Manhattan, como en las proximidades de alguno de los aeropuertos de la ciudad.
 National September 11 Memorial 

                Para abaratar el vuelo, el viajero deberá tener en cuenta la contratación del mismo con varios meses de antelación, si no quiere pagar por él casi el doble de su valor. El viajero deberá tramitar por internet la autorización de entrada en el país (ESTA, según las siglas en inglés, que se concede prácticamente en el acto si no hay problemas), ya que  los ciudadanos españoles pueden viajar a Estados Unidos hasta 90 días por motivos de turismo o negocios sin necesidad de solicitar un visado. (Sobre este particular, hay que tener cuidado, pues hay páginas fraudulentas que redirigen a la oficial y cobran por ello mucho más de la tasa reglamentariamente establecida, que a día de hoy son 14 dólares). El viajero deberá (esta es una apreciación personal) contratar un buen seguro médico para atender las urgencias que le pudieran acaecer, dado que el coste de la sanidad privada en EE.UU. es de proporciones desmedidas para los desacostumbrados bolsillos europeos. Y el viajero deberá proveerse de un puñado de dólares y dotarse de al menos dos tarjetas de crédito (por si falla una, como me pasó a mí), con las que pagar todo lo que pueda y hacer frente a los imprevistos, si bien debe tener en cuenta que unos bancos cobran comisión por pago con tarjeta en el exterior en tanto que otros no lo hacen.
El Sur desde el Top of the Rock
                La entrada en EE.UU. necesita de múltiples controles, pero todos ellos se salvan en los aeropuertos de salida y de llegada a buen ritmo y sin problemas, o al menos esa ha sido mi experiencia. En el avión te dan un impreso (en mi caso estaba en español) que debes rellenar y  entregar a la llegada, en el que te preguntan por el lugar donde vas a residir en el país (la dirección del hotel o del apartamento), si llevas alimentos de algún tipo y si tienes antecedentes que puedan resultar peligrosos para la sociedad estadounidense, algo que resulta en general infantil de tan obvias como son las respuestas.
El Norte desde el Top of the Rock
                Los trámites en el aeropuerto de llegada son mucho más rápidos que los del de salida y en todo momento se realizaron conmigo en español. También es español estaban los carteles y toda la información que se mostraba a los viajeros. Esto me ayuda a introducir el asunto fundamental del idioma: si la principal barrera que existe entre la personas es la idiomática, y por ello la incapacidad para expresarnos nos impide imbuirnos en el ambiente y nos genera inseguridad, pues nos saca de eso que ahora se llama la zona de confort, he de decir que dicha barrera prácticamente no existe en Nueva York. La ciudad cuenta con un porcentaje muy alto de población hispanoparlante, que además ocupa los puestos de la sociedad más en contacto con los turistas y con el público en general. Para alguien que no sepa inglés, lo primero es dirigirse a quien tenga perfiles de hispano o, directamente, preguntar a su interlocutor si sabe español o si hay alguien allí que sepa español. En la mayoría de las ocasiones, recibirá una respuesta positiva. Y, en todo caso, será tratado con amabilidad. Yo, al menos, lo he sido, y he recibido varias veces ayuda incluso sin haberla pedido, cuando me han visto en la calle consultando el plano de la ciudad. Casi todos los carteles públicos están en inglés y en español. Las instrucciones de las máquinas del metro están en español, además de en otros idiomas. Y, como ejemplo de la potencia del español, diré que los postecillos indicadores de que el suelo está resbaladizo por hallarse recién fregado estaban en inglés y en español tanto en los establecimientos públicos como en los privados.
Foley Square
                Sobre ese particular, pues, no hay nada que temer, y desde luego mucho menos que cuando se viaja a cualquier ciudad europea, donde uno puede hallarse desorientado si no sabe el idioma nativo o, al menos, si no sabe nada del idioma transversal por antonomasia, que es el inglés.
Al fondo, la torre de The Cloister
(Hay una segunda parte)