Siempre he sido
partidario de que los niños, todos los niños, hagan deporte, y mejor si es un
deporte de equipo. En el deporte se ve claramente la relación entre un efecto
placentero (la mejoría física, el mejor juego) y su causa (el trabajo, el
sacrificio), lo que hace que se fomente el trabajo y el sacrificio para la
consecución de las metas. En el deporte se ejercita la disciplina y la
autoridad: el jugador de un equipo está sometido a la autoridad del entrenador,
que ordena libremente la ubicación del conjunto en el campo y determina con la
misma libertad si un jugador debe jugar o debe permanecer en el banquillo, y
está sometido a la inapelable voluntad del árbitro, cuyas decisiones no están
motivadas porque en el ámbito en que se mueve no pueden estarlo. En el deporte
se gana y se pierde, lo que educa en la tolerancia a la frustración. En el
deporte siempre hay otra oportunidad, lo que anima a seguir luchando. En el
deporte se enfrenta uno constantemente a situaciones comprometidas, lo que
endurece el ánimo y alienta la responsabilidad. Y en el deporte de equipo –para
no cansar con más beneficios–, la aportación de cada uno resulta esencial para
el triunfo de todos, lo que fortalece la autoestima de los débiles, modera la
soberbia de los fuertes y alienta la capacidad de liderazgo.
Cuando yo era chico, España era un país subdesarrollado
en materia de práctica deportiva y con muy poco deporte de competición. Aparte
de las copas de Europa que tenía el Real Madrid y a unas cuantas excepciones
memorables, nuestros deportistas sólo aspiraban a quedar bien cuando salían
fuera, nunca a ganar, y debían suplir con la furia o el coraje sus carencias
técnicas y organizativas, lo que casi nunca era suficiente. El resultado es que
nos volvíamos de los campeonatos antes de tiempo, y que existía en la sociedad
un acusado complejo de inferioridad deportiva, que envenenaba al resto de los
ámbitos de la vida social.
El desarrollo económico
trajo instalaciones y monitores, los deportistas de base se multiplicaron y los
de élite empezaron a codearse con los mejores del mundo sin complejos, porque
se dieron cuenta de que tenían al menos las mismas ganas de ganar que ellos y
al menos la misma técnica y la misma capacidad de sacrificio. España es un país
con una acentuada cultura de la imaginación y de ciudadanos a los que se les
puede pedir una gran entrega cuando están bien dirigidos y ven el resultado de
su trabajo. Los ciudadanos españoles pueden llegar a tener el mismo físico y el
mismo dominio técnico que los demás, y disponen como ventaja añadida de una
intuición artística que han desarrollado desde pequeños porque está flotando en
el ambiente. Para llegar a ser buenos, para formar equipos potentes, creativos,
competitivos, ganadores, a los españoles sólo hay que dirigirlos bien, que
motivarlos con una meta posible, que ponerse al frente de ellos, sufrir con
ellos y asumir responsablemente su mismo destino.
No es infrecuente que se asocie a los deportistas con la
sociedad de la que han salido y que se tengan como valores colectivos los que
muestran en los duelos que ejecutan con los enviados de otras sociedades. No en
vano, cuando el deportista gana (aunque actúe individualmente), suena el himno del
grupo al que representa, que se emociona con él, porque participa de su
triunfo. El deportista lo sabe, y siente el aliento de quienes lo siguen y la
responsabilidad de representarlos.
Cuando esa relación sociedad/deportista no se construye
de manera artificial, como ocurría antes en los países del este europeo, cuando
los deportistas emergen naturalmente de la sociedad, su carácter y su juego son
un buen indicador de lo que es la sociedad. Si de una sociedad salen muchos
equipos creadores de buen juego en diversas disciplinas, es porque la sociedad
es imaginativa. Si, generalmente, los deportistas no se arredran ante las
circunstancias más adversas y luchan hasta el final, es porque pertenecen a una
sociedad que los ha educado para confiar en sí mismos. Si hay un montón de
deportistas dispuestos a dar el máximo en los entrenamientos para conseguir una
mejoría de su aportación al equipo, es porque en la sociedad existe el amor al
trabajo y la conciencia de lo beneficioso que puede llegar a ser el sacrificio
personal.
Fuente: apuestas-deporte.es |
¿Por qué se rompe en España ese vínculo aparentemente
necesario? ¿Qué es lo que está fallando para que no ocurra en la economía y en
otras esferas de la sociedad lo que ocurre en el terreno del deporte? Para
responder a esas preguntas deberíamos analizar, grosso modo, los elementos
necesarios para el triunfo. Veamos. Hemos dicho que para el triunfo deportivo
hace falta un ambiente creativo, unas instalaciones adecuadas, un grupo humano
sin complejos y con capacidad de sacrificio y unos técnicos con conocimientos
adecuados, dispuestos a exigir el máximo de sus subordinados, capaces de
motivarlos y resueltos a asumir la responsabilidad del fracaso del grupo.
¿Tenemos en la sociedad en su conjunto los mismos elementos con que cuenta en
su ámbito meramente deportivo?
El ambiente es el mismo, por lo que ese elemento es
suficiente. Las instalaciones de que dispone la sociedad española (el
equipamiento público), después de las cuantiosas inversiones que se han
realizado en los últimos años, son, en general, suficientes, y en algunos casos
hasta están sobredimensionadas. El elemento humano es el mismo que en el
terreno deportivo, pero sólo potencialmente, porque está desmotivado y ha
perdido gran parte de su capacidad de sacrificio. Y los técnicos, los
dirigentes sociales (no sólo los políticos), ¿disponen de conocimientos
adecuados?, ¿están dispuestos a exigir el máximo de los ciudadanos?, ¿son
capaces de motivarlos?, ¿están resueltos a asumir la responsabilidad del
fracaso del grupo?
Fuente: Extremadura.com |
Las
respuestas a esas cuatro últimas preguntas son forzosamente negativas: los
dirigentes sociales (especialmente los políticos) son mediocres o están por
debajo de la mediocridad; no están dispuestos a exigir el máximo de los
ciudadanos, porque eso podría indisponerlos contra ellos y sus intereses
particulares; son incapaces de motivarlos, especialmente porque abundan más en
la división y en lo negativo que en la unión y en lo positivo, y en ningún caso
(jamás) están resueltos a asumir el fracaso del grupo, que siempre atribuyen a
los errores de los otros.
Fuente: 20minutos.com |
Los deportistas españoles, pues, sólo son
el reflejo de los ciudadanos españoles, individualmente considerados, y del
potencial de la sociedad a la que representan. España tiene una situación
geográfica envidiable, un clima magnífico, una cantidad enorme de monumentos,
una tradicional cultural diversa y muy respetada y un idioma común con muchos
millones de personas de otros continentes y que es en sí mismo una fuente
inmensa de riqueza. España tiene unas infraestructuras básicas suficientes.
Tiene una juventud sobradamente preparada, que ha viajado, que sabe idiomas y
que vive ajena a los prejuicios que tenían sus padres. Y España tiene a una mayoría
de ciudadanos creativos y dispuestos a trabajar para llevar a su casa un sueldo
digno.
Son
los dirigentes lo que falla en la sociedad española. Unos dirigentes que le
quiten los resabios que ha adquirido después de muchos años de una pedagogía
nefasta, que anteponía los vicios a las virtudes. Unos dirigentes que hablen
claro, que rechacen las divisiones y fomenten el espíritu de grupo, que actúen
con rectitud y justicia, premiando el talento y el esfuerzo sobre la
mediocridad y la holgazanería. Unos dirigentes capaces de motivar al grupo con
un reto común y posible. Unos dirigentes que los defiendan con uñas y dientes y
que los preparen para el dolor y la responsabilidad. Unos dirigentes que pongan
la cara por ellos y que asuman como propios los errores del grupo. Y unos
dirigentes que den un paso atrás cuando estén poniendo las medallas y den un
paso adelante cuando se haya perdido.
Los
dirigentes sociales (y no sólo los políticos) deberían llamar a los técnicos de
nuestras selecciones y escucharlos y aprender de ellos. En tanto no se apliquen
en la sociedad española la mayoría de los criterios que se aplican en los
equipos deportivos de éxito, España será un país con mucho potencial, pero sólo
eso.