viernes, 10 de enero de 2025

La lealtad del perro guardián

 

Yo paseo con frecuencia por un camino en el que un perro enorme viene corriendo a ladrarme, furioso, amenazador, y va ladrándome pegado a la cerca de malla a lo largo de toda la finca. Ya me conoce. Me ha visto y olido muchas veces y sabe que solo paso por allí, que mi única intención es bordear la tierra de su amo y seguir mi camino. Lo sabe, pero desconfía. Desconfía de mí y de todo el mundo, aunque todo el mundo sea una buena persona y su amo no. Desconfía de todo el mundo que no sea su amo porque en su naturaleza está la devoción del lobo, del que proviene, en virtud de la cual pone todo su ser al servicio del líder de la manada, sin más razones ni más convicciones, sin criterio alguno, guiado solo por una fe ciega, aunque eso suponga la destrucción del inocente o su propia destrucción.

Los caminantes, en fin, sabemos que el perro no es el mejor amigo del hombre, sino de su amo, especialmente si se trata de un perro guardián. Lo he recordado ahora que veo en las noticias los llamamientos que hacen a la lealtad líderes de dentro y de fuera, de esto y de lo otro. Lealtad entendida no como actitud hacia la coherencia personal, sino hacia la coherencia del grupo, esa que marca el líder supremo y muta en función de sus intereses.

El perro guardián necesita de un enemigo exterior, pues solo así tiene sentido su trabajo. Su mundo es binario. Se divide entre mi amo con sus perros guardianes (los nuestros) y los otros amos con sus perros guardianes (los otros), a los que siempre se considera enemigos, pues entre los amos existe un conflicto permanente por las lindes de los terrenos.

Como el mundo del perro guardián es binario y en su cabeza no caben más razones que las órdenes de su amo, que sin embargo tiene como producto de su reflexión, para él todo lo que está fuera de su finca es el resto del mundo. No entiende de caminos públicos, ni de senderos que se bifurcan, ni que haya gente que va por un camino hoy y por otro camino mañana. Para él, está su finca y las otras fincas. Su razón y la razón del enemigo. Su amo y los otros amos.

De hecho, el perro guardián entiende mejor a los otros perros guardianes, con los que mantiene frecuentes peleas pero son de su misma naturaleza, que a esos caminantes que unos días pasan solos y otros acompañados o, incluso, que unos días van por un camino y otros por otro, libres, dependiendo de nunca entenderán muy bien qué, porque ese comportamiento inconstante no cabe en su mundo de cánones perfectos.

Y si por casualidad dudan, los perros guardianes dejan la protección de las lindes a otros compañeros y se suben a un altozano de la finca, desde donde pueden ver lo que hay más allá de los cercados. Y entonces se dan cuenta de que lleva razón su amo. De que afuera el mundo es complejo y no hay certezas, sino dilemas, incertidumbres y contradicciones, que siempre acaban asociando a la infelicidad.