martes, 16 de abril de 2024

Zorreras/Vulpes/Zorras

Hoy, mientras paseaba por el camino de las Zorreras, que está próximo a mi casa, me he acordado del programa Imprescindibles, que la 2 de Televisión Española dedicó hace unos días a Carlos Tena, el excelente crítico musical y gran comunicador, con el que mucha gente de mi generación aprendió a oír música. El nombre del camino (Zorreras) me hizo pensar que Carlos Tena llevó en 1983 al programa La caja de ritmos a Las Vulpes (Las Zorras, en latín), un grupo punki de chicas que hasta entonces no había grabado nada, quienes cantaron en horario infantil una adaptación al castellano del tema I Wanna Be, de los Stooge, que repetía en el estribillo «me gusta ser una zorra, me gusta ser una zorra», lo menos malsonante de la letra.

La emisión de dicha actuación tuvo, en principio, bastantes consecuencias. Para empezar, el programa no continuó y Carlos Tena presentó su dimisión. Pero, además, la parte más moralista de la sociedad (encabezada por el diario ABC, dirigido entonces por Luis María Ansón) consideró lo ocurrido como algo escandaloso y arremetió contra sus causantes (Carlos Tena y las autoras de la canción), quienes debieron enfrentarse a una querella criminal (las letras eran consideradas obscenas y ofensivas para la moral pública), que luego fue sobreseída.


Ese sobreseimiento fue, finalmente, lo más relevante del asunto. Y es que la sociedad de entonces digirió aquella actuación como hizo con otras muchas de parecido o superior calado, ya vinieran de ámbitos culturales, periodísticos o políticos, tal vez porque había mucha querencia por la libertad, incluida la de expresión, o, lo que es lo mismo, porque había mucha aversión hacia cualquier tipo de censura, viniera del ámbito que viniera y, especialmente, del social, ese que marca el límite entre lo que es políticamente correcto y lo que no lo es.  


La emisión del programa Imprescindibles sobre Carlos Tena se produce pocas semanas después de que Televisión Española haya seleccionado la canción Zorra, interpretada por Nebulossa, para representar a España en el próximo festival de Eurovisión. De ella se ha dicho que es valiente y contestaria por su letra, aunque, cuando uno la escucha, observa que no tiene nada de especial, y que su supuesta reivindicación se limita a repetir de distintas maneras «soy una zorra, soy una zorra», porque [la protagonista] sale sola, se divierte y alarga la noche hasta que se le hace de día. Es decir, lo mismo que decían las Vulpes pero mucho, muchísimo más suavemente.


Que Televisión Española cerrara el programa que acogió a Las Vulpes y ahora escoja para representarla una canción con una letra que supuestamente es rompedora, resulta bastante definitorio de la situación anterior y de la actual. Antes, en los años ochenta, las parejas de los pueblos todavía tenían que casarse si querían vivir por su cuenta, o tenían que casarse si ella se quedaba embarazada y, por supuesto, no había parejas oficiales del mismo sexo. Que una mujer dijera de sí misma, en aquellos entonces, que era una «zorra» por ser libre, aunque fuera cantando, demostraba que tenía mucho coraje. Ahora, decirlo de sí misma porque hace lo que dice la letra de la canción que irá a Eurovisión no escandaliza a nadie ni expresa gran cosa sobre la personalidad de quien la interpreta. A ojos de la moral imperante en cada momento, es como si Las Vulpes hubieran blasfemado y Nebulossa hubiese dicho «mecachis».


Distinto es que la canción vaya o no a triunfar en el festival. Cuando los votos dependen del público (y en el de este festival hay mucho friki), la calidad deja de ser lo más importante y se pasan a manejar otros conceptos, casi todos relacionados con una imagen que previamente ha sido inculcada a fuerza de publicidad. Que la protagonista parezca reivindicativa, aunque no lo sea en absoluto, es parte del proceso, porque lo reivindicativo da puntos.


Por cierto, todo esto de reivindicarse como zorras, es decir, como putas, no les hace ningún favor a las putas de verdad, porque en el fondo lo que están negando esas canciones es el carácter de zorras de las intérpretes. Es como si las letras dijeran: te crees que soy como ellas [como las zorras] porque soy libre, pero no, no lo soy. Las zorras, en fin, aparecen en las canciones como el paradigma de la bajeza moral, no de la libertad.


Como no creo que las verdaderas putas sean peores que las sociedades que las utilizan y las maltratan y yo ni soy punki ni soy friki, me quedo con canciones como Me llaman calle, de Manu Chao, que considero reivindicativa de verdad y una gran obra de arte.