Cuando era joven,
había varias discotecas en El Viso y los muchachos de Pozoblanco íbamos a ellas
buscando aventuras y oportunidades, algunas de las cuales cuajaron en parejas mixtas, que desde entonces fueron parte de nuestras vidas. Luego, hice las prácticas de
trabajo en el Ayuntamiento de El Viso, fui muchas ediciones a las fiestas en
honor de la abuela Santa Ana y fueron incontables las noches que visité su
centro de salud cuando Carmen estuvo allí haciendo guardias. He ido a El Viso
con causa y sin causa, montones de veces, para hacer algo y para no hacer nada,
he navegado en piragua por el pantano de La Colada, he comido en la huerta de
Los Frailes el lunes de Pascua, he visto las vaquillas desde la barrera en los
días de feria, he disfrutado muchas ediciones del auto de los Reyes Magos y,
entre otras cosas, he andado por muchos de sus caminos.
Todavía es invierno
cuando comienzo junto a la Piscina Municipal el camino que propone Adroches
para El Viso, pero ya se vislumbra la primavera, es media mañana y el Sol me
manda una luz blanda y un calor tibio, escondido por momentos entre las nubes.
Ha llovido recientemente y los campos, que tenían la piel seca y áspera de los
labradores antiguos, tienen ahora un verdor claro y la cara lustrosa, como si
se le hubieran dado un lavado y vinieran hidratándola desde hace días con algún
emplasto casero. Mientras camino, veo grietas en la faz del campo, pero son hechas
a propósito, con el afán de dejarla en barbecho.
Cuando era chico, mi abuelo Juan me explicó la necesidad de labrar al tercio para dejar recuperarse a la tierra, y me puso como ejemplo una cerca conocida por mí a la que, obligados por la necesidades de la posguerra, se la había puesto en producción dos años seguidos: aquella cerca no produjo el segundo año lo que el primero ni pudo producir durante muchos años. Luego, oí que se podía lograr una producción agrícola más eficiente rotando los cultivos, de manera que unos aprovecharan los nutrientes que no aprovechaban los otros. Y, más tarde, oí que la eficiencia había llegado a tal punto que era necesario producir menos para mantener los precios, por lo que la Unión Europea obligó en la PAC a dejar un porcentaje de tierras en barbecho.
Cuando escribo esto,
la invasión de Ucrania por Rusia (ambos grandes exportadores de cereales) ha
hecho que se produzca un alza generalizada en los precios de los insumos agrícolas
y se tenga la sensación de un posible desabastecimiento, por lo que quienes
saben de esto están cuestionando la existencia de los barbechos, que dejan
cientos de miles de hectáreas sin sembrar.
Aunque no soy
agricultor ni ganadero y entiendo más bien poco de campo, reconozco que tal vez
deba eliminarse el sistema de barbecho para volver a la rotación de cultivos,
que hace más productiva la tierra y abarata los precios. Todo mientras no se
ponga tan en cuestión el barbecho que decidan suprimirlo para todo, también
para la vida: al fin y al cabo, las mejores épocas de la vida son esas, las que
uno dedica a recuperar los nutrientes perdidos en el trabajo, las de barbecho.
Para ver la ruta, pincha sobre la imagen |