Me han llamado multitud de
veces, me han hecho un montón de ofertas de última hora, cuando ya sabían que
me iba, pero he seguido en mis trece y los he dejado. No me gustaba pagar más
que mi vecino por lo mismo, especialmente cuando yo era uno de los que más años
llevaba con ellos, cuando había visto cómo me subían los precios sin decírmelo
y cómo me los bajaban cuando les protestaba o cuando insinuaba que los iba a
dejar por otros.
Me sentía engañado y esa
sensación se ha visto confirmada con tanta insistencia, con tanta rebaja, con
tanto trato de favor ahora. Ahora, ¿y antes? Antes, cuando estaba callado y
pagaba las facturas sin mirarlas, confiado, ahora sé que estúpidamente
confiado.
Con esa sucesión de llamadas con
ofertas que mejoraban el mejor de los escenarios posibles me he sentido como el
cliente de uno de esos mercadillos sin precio fijo, de regateo obligado, en los
que te crees que has hecho un buen negocio hasta que llega un amigo que ha
conseguido lo mismo que tú por un precio sensiblemente inferior. No me gustan
los regateos. No quiero saber nada de ofertas. No quiero que me vendan motos
estupendas a perra gorda. No quiero comprar lo mejor cuando es lo más barato.
Lo que yo quiero es saber a qué atenerme, no quiero que dentro de seis meses o de
un año tenga que decir que no, que ya no lo quiero, porque se ha acabado la
oferta y ahora lo que tenía cuesta el doble. Lo que sea que sea ahora, aunque
sea poco o me cueste más. Lo que sea, que sea seguro.
Aunque los que tenía me han llamado
a todas horas y muchas veces, me he cambiado de compañía de teléfonos, y ahora
estoy con otra que no tiene ofertas, ni me obliga a renunciar a un servicio dentro
de unos cuantos meses, ni tiene precios encubiertos (o eso creo). Y pienso que
he hecho lo que más me conviene, y estoy más tranquilo, por fin.
Ahora que llegan las elecciones Locales
y Europeas, me he acordado de la portabilidad del teléfono porque me está
pasando lo mismo con los programas de los partidos y las entrevistas de los
candidatos. Cualquiera diría que nos están vendiendo otra moto. Cualquiera
diría que se acuerdan del cliente ahora, que hemos decidido cambiarnos de
compañía, y nos hacen ofertas que mejoran las de la competencia para que nos
quedemos con ellos un poco más, el ratito que dura el ejercicio del voto.
Leyendo lo que nos mandan a
casa, uno se siente en medio de uno de esos mercadillos en los que se vende a
voz en grito la mercancía, de manera que cuanto más se grita mejor, y cuando
más se rebaja mejor, y mejor cuanto más se ofrece. Uno se esos mercadillos en
los que unas voces se solapan con otras y ya no sabes si el precio que has oído
es el de las plantas o el de los sujetadores, en el que no hay vez que no te
engañen, por mucho que te vayas creyéndote el engañador.
Con el asunto del teléfono me he
acordado de esos que son fieles a una compañía, haga esta lo que haga, les
cobre lo que les cobre y les preste los servicios que les preste, de esos que
no cambian jamás y, además, lo llevan a gala, y te quieren convencer de que su
compañía es la mejor del mundo, de esos que dicen yo soy de tal o cual de ellas,
soy, como si fueran del Real Madrid o del Barcelona, soy, como si lo llevaran
en la naturaleza y no pudieran ser otra cosa, aunque quisieran. Como el que es
moreno o rubio, como el que es alto o bajo. Soy.
Me he acordado porque los he
asociado con esos que son fieles a un partido ponga a quien ponga de candidatos
y haga lo que haga. Con esos que son, son, y no pueden dejar de serlo.
Suelen ser gente a la que le resulta difícilmente
comprensible que cambies de voto y mucho menos que no te acuerdes de a qué
partido votaste en las últimas elecciones. Ni siquiera cuando las elecciones
son municipales, como estas que vienen, en las que las materias que se
dilucidan tienen muy poco que ver con la ideología y mucho con la gestión.
Muchos de ellos se creen gente comprometida. Y se creen que
tú no lo estás. Se creen que no eres de fiar porque no saben a qué atenerse
contigo. ¿Será de izquierdas? ¿Será de derechas? No lo cojo el aire. ¿De qué
pie cojea? ¿A quién votará? (Como si siempre votaras lo mismo). Yo creo que es
de tal o de cuál, pero no lo expresa, no lo dice. No quiere pillarse los dedos,
no le gusta comprometerse y no se moja.
No entienden que
puedas estar comprometido con la idea antes que con quienes la predican. Y que
puedas cambiar de ideas.
Yo he cambiado de compañía de teléfonos. Ahora estoy con
una que no me ha hecho una oferta inmejorable ni me ha prometido el cielo. Y no
es imposible que cambie pronto, igual que cambio de voto.
* Publicado en el semanario La Comarca.