martes, 25 de junio de 2019

Para Elisa, Andrés y Jorge


Marchar juntos por el mismo camino une mucho: en el camino están los paisajes que maduran tu ánimo y forjan tu voluntad, las jaras y los abrojos, los tesoros y los ladrones de tesoros. Uno se pone fácilmente en los zapatos del otro cuando anda por el mismo camino. Uno entiende muy bien a ese que transita contigo a la misma intemperie y bajo las mismas circunstancias. Uno, en fin, sabe muy bien lo que siente ese otro que va a tu lado, codo con codo, porque es lo mismo que sientes tú. Quizá por eso, de entre todas las formas de denominar a la persona que a lo largo de la vida comparte tus alegrías y tus penas, la que más me gusta es la de compañero/compañera.

Hace unos días, Elisa, Andrés y Jorge, unos compañeros de trabajo, se jubilaron. La de secretario de Ayuntamiento es una profesión de mucha soledad. Los secretarios de Ayuntamiento vivimos en el meollo de varios conflictos insuperables: el que existe entre el hecho y el Derecho, el que media entre el que gobierna y el que quiere gobernar, el que concurre entre la empresa y el trabajador y el que prevalece entre la autoridad y el ciudadano. Para un secretario de Ayuntamiento, tener a alguien que te acompañe de veras, que sienta lo que tú y te comprenda, es casi siempre una ayuda y es siempre de un enorme consuelo.

Aunque ellos aseguran que de alguna manera se quedan con nosotros, lo cierto es que Elisa, Andrés y Jorge se van, y que nos dejan sumidos en la nostalgia y un poco más solos.