sábado, 8 de abril de 2017

El acompañamiento

En el diccionario de la RAE, la sexta acepción de la palabra “miga” define en plural y dice que “migas” es “pan picado, humedecido con agua y sal y rehogado en aceite con algo de ajo y pimentón”. Por mi tierra, la definición de esa comida se completa con el adjetivo “tostás”, de manera que la definición completa sería “migas tostás”.

El pan es, normalmente, el acompañamiento de la comida, y no solemos prestarle atención, porque por lo común solo sirve para rellenar y empujar, aunque es noble y nutritivo. En las migas, el pan pasa a ser el protagonista del nombre y, sin embargo, incluso ahí lo postergamos, porque en esa comida el verdadero protagonista es el acompañamiento, es decir, los torreznos, el chorizo, la morcilla, el bacalao, las sardinas, los pimientos asados y cualquier otro elemento de similar contundencia, que se sirve en platos independientes para que el comensal vaya reponiendo a su voluntad, de modo que los platos van pasando de mano en mano entre un regocijo natural y compartido.

Las migas eran alimento de gañanes y pastores, de gentes con oficios penosos, que comían cuando podían y gastaban muchas calorías. Ahora, que los oficios tienen otras penas y las calorías casi siempre están de más, las migas y su acompañamiento tienen algo de festivo y se suelen consumir en grupo, para mayor júbilo de quienes se ven limitados otros días por esa servidumbre íntima que va implícita en las dietas.

El acompañamiento de las migas, ya digo, provoca regocijo, especialmente cuando uno ha cumplido cierta edad y siente comiendo una emoción similar a la del pecado. Ver tanto plato prohibido sobre la mesa, del que darás buena cuenta mientras el cuerpo aguante, no puede generar sino una sonrisa generalizada y feliz, orgiástica, escandalosa. 


Pero no os engañéis. Lo mejor de comer migas no es su acompañamiento, por generoso y dilatado que sea, como uno puede deducir imaginándose solo ante una mesa repleta de comida. Lo mejor de las migas, lo que provoca el júbilo y las sonrisas, es otro acompañamiento, el principal, el de quienes nos rodean, el que hace referencia a los que pasan los platos o nos sirven el vino, el de quienes nos cuentan su lucha contra el peso o el colesterol y oyen la nuestra con atención, el de aquellos que están cerca y nos quieren como somos, y nos ayudan, y se ríen y sufren con lo que nos pasa.