martes, 27 de septiembre de 2016

Chamonix

Llegamos a Chamonix desde el majestuoso valle de Aosta, en Italia, por el túnel que atraviesa el Mont-Blanc. Chamonix está inmediatamente después del túnel, a los mismos pies de la montaña y a escasos metros del glaciar de Bossons, uno de los principales de Europa, cuyo visión omnipresente invoca de continuo la mirada del viajero. El glaciar era antes mucho más largo y llegaba casi hasta el mismo valle donde se ubica el pueblo, de manera que a finales del siglo XIX los lugareños vieron tan amenazadas sus viviendas que acabaron elevando plegarias por ellas.

Era el día 19 de septiembre y en Chamonix la gente iba con manga corta. Ver al glaciar tan cerca con una temperatura tan alta a esas alturas del año resultaba desconcertante y bastante desolador. Toda la información que leí en el móvil mientras me tomaba un café en una terraza, frente al glaciar, hablaba de un retroceso sistemático de la lengua de hielo, tan constante y tan abrupto que a no tardar mucho aquella cascada blanca entre el verde de los árboles dejaría de ser visible.


Uno no es consciente de que está en el meollo de la Historia, porque la Historia se hace a posteriori. Los que viven la Historia notan señales que no saben interpretar, o que no interpretan correctamente o en todo su valor. Pueden creer que una simple revuelta es una revolución o que una verdadera revolución es una pequeña algarada. Y pueden creerse importantes cuando son intrascendentes e intrascendentes cuando su pensamiento marcará la opinión pública venidera.

La transformación de la Naturaleza es muy lenta y los hombres nunca han podido ser conscientes de que estaban en el meollo de los cambios naturales, dado que estos sucedían con una parsimonia tal que, en el más rápido de los casos, cubría varias generaciones, y normalmente implicaba un periodo de miles o de millones de años. Desde hace unos cuantos años, sin embargo, vemos que se extrae agua de niveles cada vez más profundos, que desaparecen especies sin que la evolución las sustituya por otras y, entre otras muchas anormalidades más, que los glaciares retroceden a pasos agigantados.




La Historia Natural, como la Historia de la Humanidad, es una ciencia que no actúa sobre su propio entorno, sino sobre un entorno pasado. Los hombres no somos conscientes de la actual transformación de la Tierra ni sabemos darle a lo que hacemos el valor que a eso mismo le darán los que nos sucedan, cuando lo que hayamos hecho ya no tenga remedio. En parte es así porque no puede ser de otra forma, dada la imposibilidad que tenemos para considerar la trascendencia de lo que hacemos. Pero en buena parte también lo es porque pensamos más en nuestro bienestar que en nuestras necesidades, y muchísimo más en nuestro bienestar que en las necesidades de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.