Empecé a
escribir Sholombra con la idea de crear el libro que me habría gustado leer.
Estuve trabajando en ella durante varios años sin ataduras ningunas ni más
propósito que el de narrar una historia asombrosa con las palabras justas. Aunque
mi fin nunca fue publicarla, cuando la terminé pensé que tal vez le gustara a
otros y la mandé a un concurso de novela con otro título, en el que quedó
finalista. Una representante de escritores de mucho renombre intentó luego colocarla
en una editorial importante. Una contestó afirmativamente, pero dio en quiebra
antes de que pudiéramos firmar el acuerdo. Después he tenido la posibilidad de
publicarla con alguna editorial más pequeña, pero el borrador del contrato
asociaba las impresiones a las presentaciones y yo no tengo cuerpo para andar de
pueblo en pueblo soltando el mismo discurso sobre mí mismo. Tampoco creía
conveniente que la editara una entidad pública, porque ni yo encajo entre sus
fines sociales (dado que no soy un novel) ni la obra se ajusta a sus fines
culturales (como ocurriría si fuera de Historia, por ejemplo).
Mientras el original de Sholombra
daba tumbos inútiles por ahí, yo seguía escribiendo. Escribí la segunda parte y
la tercera. Y debo decir que durante ese tiempo fui feliz esperando que llegase
la hora de sentarme ante el ordenador para continuar con mi relato. Y añado
que, sentado ante el ordenador, era otro. La trilogía de Occidente, cuya
primera parte es Sholombra, me llevó a crear un mundo que me absorbía por
completo y que, en cierta manera, me desbordaba.
No creo petulante afirmar que cuando
al cabo de los años concluyó mi trabajo, me sentí agradablemente sorprendido:
Sholombra y su continuación habían ido mucho más allá de lo que yo esperaba de
mí mismo. Y ahora, que tengo el ánimo más reposado, creo que nunca
escribiré como entonces ni de mi pensamiento saldrá nada semejante.
Tal vez la trilogía de Occidente
nunca tenga muchos lectores. Y puede que en ese océano de información que es
internet esté condenada al olvido desde el principio. Puede, incluso, que yo
esté equivocado y que no sea tan buena como creí cuando la terminé y como sigo
creyendo ahora mismo. Aunque todo eso fuera cierto, y comprendo que tal vez lo
sea, lo que nadie puede quitarme es el enorme placer de haberla escrito. Como
digo, uno escribe para crear la novela que le hubiera gustado leer y con
Sholombra y lo que vino después estuve muy cerca de conseguirlo.
![]() |
Si quieres acceder a Sholombra, pincha sobre la imagen |