jueves, 24 de diciembre de 2015

El mal ambiente*

                La creación es, en realidad, evolución. Los seres surgen en ambientes concretos, a los que se han ido adaptando sus antepasados. En un desierto nacen criaturas que necesitan poca agua y en el mar nacen criaturas que nadan, por ejemplo. Por esa misma razón, las jirafas, que comen hojas de los árboles, tienen el cuello muy largo y los topos, que viven bajo tierra, son prácticamente ciegos. Y no hace falta extenderse más, porque es una idea muy estudiada con la que casi todo el mundo está de acuerdo.

                Las condiciones emocionales de los seres también se adaptan al ambiente. Por eso, un perro faldero es un animal tranquilo en tanto que un perro nacido y crecido sin dueño es un animal salvaje. Esas condiciones se aplican a todos los seres: a los vegetales, a los animales y a los humanos. Así, si un niño crece en un ambiente de estudio lo normal es que salga estudioso y si crece en un ambiente violento, que salga violento. Por eso un padre puede no ser responsable de que un niño arme la bronca en la clase pero sí de su mala educación, que para el caso es lo mismo.

                Nuestra forma de ser depende del ambiente en el que nos encontremos, pero con nuestra actitud también contribuimos a formarlo. Por ejemplo, si nosotros, que ganamos poco, engañamos todo lo que podemos al hacer la declaración de la renta, contribuimos a crear un ambiente en el que los que ganan mucho engañarán todo lo que puedan. La corrupción es de las personas individuales, pero puede que esté en el ambiente, que se forma no tanto con los grandes corruptos como con la suma de las pequeñas corrupciones que pasan inadvertidas, entre las que está la nuestra.

                Si los italianos votaron durante muchos años a Berlusconi es porque en cierta manera lo admiraban, esto es, porque puestos en su situación les hubiera gustado ser como él. Y es por eso que, ante un vicio similar, acusamos a los otros, pero justificamos a los nuestros, y más especialmente aún a nosotros.

                El pasado miércoles un joven de 17 años le dio un puñetazo al Presidente del Gobierno, en funciones de candidato a volver a serlo. El culpable es el que realizó la acción, no cabe ninguna duda. Pero sería bueno que los que formamos el ambiente en el que se desarrollaron los hechos nos preguntáramos si, como debe hacer el padre del alumno que le pega al profesor, hemos contribuido a crear un ambiente en el que nacen y se multiplican ese tipo de comportamientos, especialmente si lo han hecho los que tienen más capacidad de influencia sobre la sociedad.


                La pregunta no es baladí, dado que el ambiente en el que ha nacido este acto puede ser caldo de cultivo para otros similares y que en un ambiente de odio los actos nacen sin conciencia ni dirección, de manera que hoy puede ser agredido un representante del PP y mañana puede serlo otro del PSOE o de cualquier otro partido. Ya se sabe, además, que lo que empieza por un insulto puede acabar en un puñetazo y continuar con algo mucho peor. 
Tomé la foto en la Vía verde del ferrocarril minero el pasado 13 de diciembre

Publicado en el semanario La Comarca