Iba
a llover, según decían las páginas webs de meteorología y los hombres del
tiempo. Iba a llover y lo más prudente era quedarse en casa, o andar por caminos
expeditos y no demasiados difíciles, que nos permitieran guarecernos en algún
lugar abrigado si la climatología se ponía fea. Iba a llover y, a pesar de todo,
la noche anterior decimos salir.
Al fondo, Los Pedroches |
De
hecho, cuando quedamos en el lugar de costumbre, íbamos más o menos preparados
para la lluvia y, aunque no llovía, la de que el día se presentara lluvioso
seguía siendo la alternativa más viable. Hacía niebla y tardamos en llegar
hasta las inmediaciones del bar La Paloma, en Santa Eufemia, donde dejamos el
coche. Como iba a llover, de los caminos que teníamos ante nosotros escogimos
el más fácil, que circunda la sierra por el llano yendo hacia el Noreste, la
cruza y vuelve al punto de partida buscándolo por el llano hacia el Suroeste.
Pero
al llegar al camino que asfaltó Telefónica hace años y ahora se encuentra en un
pésimo estado, el que lleva al castillo de Miramontes, decidimos tomarlo y
hacer la ruta más difícil. Para entonces, ya resultaba dudoso que la niebla se
tornara en lluvia y la posibilidad de ver el valle cubierto de nubes nos
atrajo.
Como
es sabido, la suerte premia a los que la buscan y da la espalda a los medrosos.
El destino de un
caminante es (aunque resulte tópico y poco literario), no lo que se encuentra
al final, sino lo que se va encontrando por el camino. Nosotros nos encontramos
el amanecer entre la niebla, que no es poca dicha, y, arriba, ya sobre la cumbre
del cerro donde se asientan las ruinas del castillo, nos encontramos un día
soleado y a Los Pedroches cubiertos por un océano de nubes.
Santa Eufemia entre la niebla |
A Los Pedroches, a un lado, La Alcudia, a otro
y, a otro, La Serena.
Hace muchos
años, Jorge y yo iniciamos desde allí el camino hacia El Horcón por una senda
que se abre en el bosque mediterráneo, de la que habíamos oído hablar. Por
aquel entonces, no había GPS y lo difuso de la ruta, lo tupido y enmarañado de
la floresta y lo áspero del suelo nos obligó a dar media vuelta cuando solo
habíamos completado una pequeña parte del recorrido.
Ahora, en
cambio, todos los planos del mundo caben en la palma de una mano y cuentas para
cada ocasión con el guía más experto. Si el tren, primero, y, luego, el camión jubilaron
a los arrieros, el GPS y wikiloc han jubilado a buena parte de los guías. Ahora,
a lo que hay que temerle es que se rompa el aparato o a que se le acabe la
batería.
Para enlazar, pincha sobre la imagen |
Sin ese
aparato o sin guía, no es recomendable adentrarse por la espesura que cubre los
montes de Santa Eufemia. La senda de cazadores que constituye la ruta se pierde
muchas veces, confundida con la que abren las bestias salvajes, o se pierde sin
que sea sustituida por ninguna, y se debe andar campo a través por la cimas de
los montes que van desde el castillo hasta El Horcón, el punto más alto de la
sierra. Andando por esos parajes, el mundo de los seres humanos parece muy
lejano y la sensación de libertad es enorme.
Para llegar
hasta El Horcón hay que apartarse unas decenas de metros. Nosotros lo hicimos por
gusto y dejamos constancia de nuestro pequeño momento de gloria en una foto,
sonrientes sobre el punto geodésico que se levanta allí mismo.
Al fondo, La Alcudia |
Poco después
del El Horcón, el camino vira para tomar el Norte y bajar de las cumbres. La
bajada se hace a veces por torrenteras pedregosas y en algunos tramos es muy
empinada, por lo que debe hacerse con mucho cuidado.
Cuando se ha
descendido al valle que hay al Norte, aún queda más de la mitad de la ruta,
pero lo que resta se recorre con alegría y en muy poco tiempo, distraído con lo
variado de la arboleda y del paisaje. Primero, por un camino apto para el paso
de vehículos que ciñe a los montes y al que ya me he referido en alguna ocasión, y, más tarde, después de atravesar la N-502, por otro que va en
paralelo a esta carretera, entre casas de campo y olivares, que por estas
fechas están poblados de aceituneros.
Aunque las
rutas que he visto dirigen luego al caminante hacia la carretera, no es
necesario llegar a Santa Eufemia por ella. El camino conduce hasta el centro
del pueblo y, si se quiere llegar directamente hasta las inmediaciones del bar
La Paloma, existe otro que se toma más adelante y da servicio a las casas que
se han construido a extramuros.
En la acera
que hay junto al bar mencionado, reposan varios bancos. El caminante haría bien en
sentarse a descansar allí y tomarse un refrigerio, como hicimos nosotros. Al cabo,
pocos placeres se comparan con el de tomar una cerveza cansado, con las imágenes
del campo en la memoria y con la sensación de libertad rondado aún por el alma.