El
9N, mientras unos (los alemanes, y con ellos buena parte del mundo) celebraban
que se caían un muro y se reunificaba un país, y otros, en cambio (muchos catalanes),
ponían otro ladrillo en el muro que están levantando, que es físico pero sobre
todo es mental, Rafael y yo fuimos a andar por esos caminos de Dios, o, para
decirlo de otra forma, por esos caminos de todos los seres humanos. Como el
día venía alegórico, transitamos por una cañada real, que por haber unido
territorios muy diversos de España bien puede simbolizar el derrumbe de las
fronteras interiores, y por la ruta Mozárabe del Camino de Santiago, camino que
simboliza como ningún otro la fusión cultural y el borrado de las fronteras
exteriores.
Aunque el domingo pasado el wikiloc nos jugó una mala pasada, pues nos mandó por unos caminos de
la localidad de Guadalmez que estaban cortados, confiamos nuevamente en el wikiloc para la ruta de este, con un
resultado bastante bueno, si se exceptúa el pequeño contratiempo que tuvimos en
el último tramo, al que me referiré en su momento. La ruta que seguimos sale
del restaurante El Cruce, que está en la confluencia de la carretera N-432 con
la CO-420 (cerca de Villaharta), y, tras recorrer por esta última unos cuatrocientos
metros, toma el primer camino al Oeste, hacia el monasterio de Pedrique, que
forma parte de la 18ª etapa del GR-48 o Sendero de Sierra Morena y del Camino Mozárabe de Santiago.
La ruta está indicada por aquí con mucha precisión y con
abundancia de toda clase de carteles e hitos y por eso no tiene pérdida, pero más
adelante busca el mayor número posible de fuentes del agua agria y debe
seguirse con un plano, a ser posible virtual. Por este tramo, la ruta deja a la
derecha una cruz de piedra y a la izquierda los pabellones de San Isidro, que formaron
parte de la red de balnearios de Fuente Agria y, algunos de ellos, están dedicados
ahora a apartamentos turísticos y alojamiento del peregrino. Tras tomar el primer
camino a la derecha (el de la izquierda sigue hacia Pedrique), nos topamos
pronto con la primera fuente, la de los Malos Pasos, junto al arroyo de las
Navas. Enfrente del quiosco que protege a la fuente, al borde del camino, hay
un cartel explicativo con una reseña histórica, en la que se hace honor a la persona
que potenció el conjunto de Agua Agria (aquí, un estudio sobre sus aguas y otras aguas) a
mediados del siglo XIX, Elías Cervelló y Chinesca, y se advierte de que se
puede acceder al interior de los quioscos de esa fuente y de la siguiente, El
Cordel (ambos restaurados), contactando con el Ayuntamiento o con una serie de
establecimientos que en el citado cartel se indican.
Fuente de los Malos Pasos |
El quiosco, sin embargo, estaba abierto, y adentro había
una pileta sobre una base de ladrillo en la que, según dan a entender la lámina
de hierro que la corona y el cartel de afuera, debía de haber una bomba hidráulica
manual. Pero no la hay y, en consecuencia, no hay rastro alguno de agua. Sí lo
hay, por el contrario, en la siguiente fuente que visitamos, la mencionada del
Cordel, a la que se llega después de haber andado por la cañada Real a lo
largo de kilómetro y medio, más o menos, y haberse apartado en el arroyo de las
Navas, para seguirlo aguas abajo, durante unas decenas de metros.
Fuente del Cordel |
También el quiosco de La fuente del Cordel estaba
abierto, afortunadamente. Adentro, frente
a la puerta, hay una construcción de ladrillo de aproximadamente un metro de
altura y forma de arco de medio punto peraltado, que tiene, entre lo que serían
las dovelas basales, un caño, de que mana un chorrito que cae en una pileta. Sobre
lo que figuradamente sería la clave, había un envasador de plástico azul claro,
casi a juego con los azulejos del zócalo, que imitan a los sevillanos, es de
suponer que para facilitar el trabajo de los que vayan a llenar garrafas u
otros recipientes de similar embocadura.
Quiosco de Fuente Agria |
Rafael y yo nos agachamos y bebimos del chorro. El agua,
que es ferruginosa, tiene un sabor muy característico, que casi creía olvidado,
pues no lo sentía desde los lejanos tiempos en que nos bajábamos del autocar en
el descansadero del antiguo balneario de Fuente Agria, cuando el viaje de
Pozoblanco a Córdoba duraba algo más de dos horas y la carretera tenía curvas inverosímiles.
En paralelo a la carretera antigua discurre el siguiente tramo de la ruta, el más
difícil, ya que es una vereda casi comida por las jaras. Luego, el caminante
debe andar por la misma carretera antigua. Debe hacerlo hacia el Sur y tomar en
la primera curva a la derecha un camino si quiere llegar a la fuente de la
Lastrilla, de la que hace muchos años cogía agua la gente que iba camino de
Córdoba. Nosotros hicimos eso y buscamos la fuente en el lugar que nos indicaba
el mapa, cerca de un cartel que expresaba su localización. Lo hicimos en el
arroyo y por los alrededores y solo hasta ahora, que lo he buscado en internet,
sé que estuvimos allí, junto a ella, y que es una pequeña pozata rodeada de una
malla semiesférica de metal y de un tejido amarillo cuya composición desconozco.
La siguiente fuente del recorrido está junto al
mencionado balnerario de Fuente Agria, que integra uno de los dos núcleos
fundamentales del complejo. Las edificaciones forman ahí una pequeña aldea de elementos separados por una vegetación selvática. Hace unos cuantos años, un
amigo me alertó de que uno de esos edificios, el bar en el que nos parábamos
cuando éramos estudiantes, seguía abierto, y de que estaba exactamente igual
que entonces. Un día que iba a Córdoba me paré y descubrí asombrado hasta qué
punto eran ciertas aquellas palabras, pues, en efecto, cuarenta años después,
todo seguía en el mismo sitio, como si el tiempo no hubiera pasado por allí. Ahora,
sin embargo, está cerrado.
Detalle del quiosco de Fuente Agria |
La fuente por excelencia de Fuente Agria está protegida
por el mismo quiosco de metal por el que lo ha estado siempre. Mientras
andábamos hacia él por el corto camino que la une a la carretera, nos cruzamos
con un hombre que, al conocer nuestras intenciones, nos dio la llave y nos dijo
el lugar en el que debíamos dejarla luego. El quiosco es una pequeña edificación
con ventanas semicirculares en cada uno de sus ocho lados en las que aún quedan
restos de cristales de colores y un lucernario de aire chinesco de la misma
planta pero más estrecho. Está decorado con numerosos trabajos de forja de tipo
arabesco y comido por óxido. Tiene grietas por todas partes, da la impresión de
estar inclinado y su cornisa amenaza con caerse por el lado de la puerta. En su
interior, en el centro, hay una pequeña fosa, que sigue en su mitad el trazado
octogonal del quiosco, y en la fosa una pileta con el agua que mana y una
rejilla que tapa el desagüe. El domingo pasado, también había en la fosa una mesita
con dos envasadores azules, un cazo enorme colgado del pretil del estanque y
una banqueta de madera.
Balneario de Santa Elisa |
Todo en aquel paraje es decadente, pero hermoso, en
especial por lo que evoca, y más especialmente aún para nosotros, que oíamos de
chicos historias sobre su gloria pasada. De eso hablamos mientras tomábamos el
camino hacia el otro núcleo del conjunto de fuentes, el que giraba alrededor
del balneario de Santa Elisa, ubicado en el término municipal de Espiel. Para
llegar hasta él, la ruta que teníamos marcada nos llevaba por la carretera
antigua, luego, por un camino que discurre al Sur en paralelo a la N-432, y,
más tarde, por un camino que sigue el trazado del arroyo de las Navas del
Molero. Este último, sin embargo, que no viene en los mapas del IGN, tampoco existía
sobre el terreno. “Lo araron ayer”, nos dijo una pareja que encontramos
mientras intentábamos ubicarnos. Se les veía cabreados. Se quejaban de que se hubiera
perdido el camino y de que hubieran roturado la tierra, que se había quedado
sin toda su fronda arbustiva.
Fuente de San Rafael |
Hay otro camino por el Norte, el que la ruta marca como de
vuelta. Lo tomamos y llegamos hasta la carretera de Puente Nuevo. El balneario
de Santa Elisa está justo al otro lado. A tenor del porte que tienen sus
ruinas, debió de ser una edificación extraordinaria, y a él debió de acudir lo
más granado de la sociedad de principios del pasado siglo. El conjunto de
fuentes de este balneario también lo forman la fuente de San Rafael, que tiene
un quiosco de ladrillo hundido y está medio devorado por las zarzas, y la
fuente de la Lastra, en la que según nos dijo la pareja que encontramos se
tomaban los barros. Las ruinas que hay junto a esta última son un tanto
extrañas y, aunque hicimos algunas cábalas al respecto, no las supimos interpretar.
Se trata, en esencia, de un edificio en bóveda de cañón a cuyo techo se
ascendía por unas escaleras espectaculares, que parecen propias de atlantes o
sacadas de las selvas de Centroamérica.
Edificación en la fuente Las Lastras |
La vuelta la
hicimos pegados al arroyo de las Navas del Molero, que va a salir justo donde
se halla cortado el camino al que antes me refería. Casi todos los domingos
oigo Another brick in the Wall (part 2), de Pink
Floyd. En el coche que nos llevaba de vuelta a casa, pensé en ella y la tarareé.
Y antes de ponerme a escribir esta entrada he visto en youtube el vídeo de la versión
cinematográfica de The Wall (abajo,
el video y, aquí, la letra en español). Creo que debía ser de visionado obligatorio
para los padres, para los profesores y para los gobernantes, especialmente para
los que confunden la educación con el adoctrinamiento. Y creo que deberían verlo
todos los adolescentes, es particular aquellos que creen pensar por sí mismos
y, sospechosamente, piensan como lo que le dicen sus padres, sus profesores y
sus dirigentes políticos.