miércoles, 12 de marzo de 2014

De Villanueva del Rey a El Entredicho




            Según el Google Maps, entre Pozoblanco y Villanueva del Rey hay 47,9 kms, que se tardan en recorrer 41 minutos. Un paseo, como quien dice. Y a pesar de ello, pocos pueblos hay menos conocidos para los habitantes de Los Pedroches que Villanueva del Rey, en el que la mayoría de ellos no ha estado nunca.

          Yo miré en el mapa buscando una ruta que partiera de Villanueva del Rey y me encontré con un sendero que llevaba hasta El Entredicho, una de las tres aldeas que tiene el municipio de Belmez (las otras son El Hoyo y Doña Rama). Según el citado Google Maps, el camino que une ambas localidades por el itinerario más corto tiene algo menos de seis kilómetros, que se pueden hacer en poco más de una hora. Yo lo he recorrido dos veces en las últimas dos semanas. Una solo, y la otra con mis amigos de caminatas, a quienes puse en antecedentes de lo hermoso del paisaje, en especial en estos últimos días del invierno, que tiene en flor a los árboles más impacientes.
Al fondo,  Villanueva del Rey

             De entre ellos, los más abundantes por aquellos parajes son los almendros. Los hay a lo largo de todo el camino, pero especialmente en los campos más cercanos a Villanueva del Rey, que puede fotografiarse punteado de blanco por delante y por detrás mientras se sube la loma con que se inicia la ruta, que al principio discurre entre algunas huertas. 
             El itinerario sólo tiene esa dificultad, y es muy escasa. Mientras se corona y mientras se baja uno sigue gozando del placer de ver el paisaje enmarcado entre las flores. Así se ve, por ejemplo, la localidad de Belmez, que otras veces aparece como emergida de los sembrados. Y así se ve las más lejana localidad de Peñarroya-Pueblonuevo, a cuyos pies se dibuja la línea azul del pantano de Sierra Boyera. A doña Rama, en cambio, apenas se la vislumbra entre el bosque de dehesa.
Al fondo, Belmez
             La dehesa, que alterna con algunos cultivos de cereal cuando el terreno se vuelve llano, está aquí muy bien conservada. Hay encinas magníficas, de gran porte y mucha copa, a cuya sombra cabe con holgura un rebaño de ovejas de muchas cabezas. Las ovejas son los animales que más se ven. Ovejas de lana limpia y mucho lustre que por esta época están pariendo. Aunque también se ven (y se huelen) algunos cerdos ibéricos.
 
Al fondo, Peñarroya-Pueblonuevo

            La ruta lleva irremediablemente a la CO-7403, que no tiene apenas tráfico, por la que el caminante deberá andar a lo largo de un kilómetro, y por la CO-6407, por un trayecto más corto aún y con menos tráfico. Ahora no hay un camino que lleve directamente al pueblo, aunque quizá lo hubo, según nos contó una señora en El Entredicho, antes de que las vías públicas dejaran de ser útiles como vías públicas y se alambraran.
             El Entredicho parece mucho más pueblo de lo que podría indicarnos el número de sus habitantes (menos de 20), pues tiene bastantes casas y muy bien conservadas (algunas de ellas muy grandes) y sus calles están perfectamente pavimentadas y limpias, lo que podría indicarnos que sirve de alojamiento de temporada a muchos de los que fueron sus habitantes, a la manera que lo es un pueblo turístico. En algunas de sus casas se han utilizado tinajas como elemento ornamental y en la entrada del pueblo por la carretera de Belmez hay otras dos tinajas, una con la bandera de Andalucía y otra con la bandera de España. Cuando le pregunté a un señor por tal proliferación de vasijas grandes, me contestó que era porque en tiempos hubo en el pueblo varios lagares. Una de las calles, en efecto, se llama así, Lagares, y luego he descubierto que también se llama así una casa rural.
El Entredicho
             Yo no me paré a comer el día que fui solo, pero los amigos sacamos nuestras viandas y nuestra bota y nos pusimos a comer, a beber y a charlar en pleno centro de la aldea, sentados sobre la acera, que por allí es muy alta. Los dos días fueron espléndidos y en ambos me detuve a pensar en lo que había sentido y en lo que había aprendido yéndome a apenas cuarenta minutos de mi casa.