Cuando me levanto (siempre muy temprano), me tomó un café, enciendo el ordenador y leo los titulares de algunos periódicos y las últimas entradas de varios blogs, es decir, intento recibir información y opiniones de distinto signo sobre distintos temas y ámbitos. El fin no es regodearme con lo que me gusta y, en consecuencia, refuerza mis ideas previas, sino oír distintas voces para contrastar ideas y poder pensar por mí mismo, cambiando, si es preciso.
Desde hace muchos años, una de esas voces es, indefectiblemente, la que Antonio Merino Madrid expresa a través de su blog Solienses sobre asuntos que casi siempre tienen que ver con la sociedad en la que ambos (él y yo) vivimos. Como pienso después de haber leído, y no antes, yo le debo a Antonio Merino una parte importante de lo que acaba siendo mi pensamiento, lo que es tanto como decir una parte importante de lo que soy.
Se lo debo yo (que no soy nadie) y se lo debe la opinión pública de Los Pedroches, en la que influyen decisivamente sus análisis por dos vías: en primer lugar, directamente en la audiencia de su blog, y, en segundo lugar, y más decisivamente, mediante la opinión que crea en otros opinadores, a través de los cuales no es infrecuente que se extienda el debate sobre los temas que trata.
Hay agentes de internet con muchos seguidores que no influyen casi nada porque se limitan a subirse a la ola que ya se ha formado y agentes como Antonio Merino, que crean olas a fuerza de poner el foco sobre el detalle que nadie ha visto y son, por eso, decisivos.
Debe ser a veces muy amargo y siempre resultar difícil ser tan libre como lo es él, especialmente en una sociedad tan pequeña como la de Los Pedroches. Y tiene que ser muy cansado, en lo físico y en lo mental, sacar casi a diario una entrada nadando entre tanto barullo, entre tanta corriente enfrentada y entre tanta estulticia.
No siempre estoy de acuerdo con él y él no siempre está de acuerdo conmigo, pero así es como debe ser. No de otra forma le agradecería, como hago ahora, que lleve veinte años sacando una página que nos ilumina y nos duele.