lunes, 17 de mayo de 2021

Sobre el despoblamiento 3. Las infraestructuras

 

Para que los medios personales antes citados puedan desarrollar en nuestros pueblos su proyecto vital, hacen falta infraestructuras. El proyecto vital (cuya misión es ser feliz) es algo más grande y más importante que el proyecto empresarial (cuya misión es ganar dinero), y cada vez adquiere más relevancia, y las infraestructuras son algo más que las redes de comunicaciones, los polígonos industriales y otras cosas parecidas. Digamos, para entendernos, que las personas, sus proyectos vitales y sus proyectos empresariales se desarrollan en un medioambiente social para el que hacen falta distintos tipos de infraestructuras, que yo he clasificado de la siguiente forma:

3.1.- Infraestructuras de fomento.

Son las primeras que nos vienen a la mente cuando hablamos de emprendimiento: carreteras, trenes, redes de telecomunicaciones, redes de electrificación, redes de aguas, redes de caminos, saneamiento, redes de digitalización y otras parecidas relacionadas con la ingeniería civil. Son fundamentales para el establecimiento de las grandes empresas, que necesitan de emplazamientos dotados de todos los servicios y miran con detalle los costes de producción y distribución.

La situación en la que estamos (lejos del mar y de las grandes vías de comunicación) y lo escaso de nuestra población no facilita que se construyan en nuestra zona grandes infraestructuras de fomento, por lo que difícilmente podrían instalarse en ella grandes empresas, pero sí podrían mejorarse muchas de las que existen, y podrían ejecutarse algunos proyectos que llevan mucho tiempo planteados, como las autovía Badajoz-Granada y Valencia-Lisboa, cuya puesta en marcha se vienen retrasando sistemáticamente. Para ello, hace falta acudir a las Administraciones que deciden con una sola voz, que no se tiene, pues nuestros representantes comarcales suelen presionar en la Diputación, la Comunidad y el Estado dependiendo de si el que gobierna es de su partido o no. Y hablando de presión, tampoco estaría de más que los principales interesados, esto es, los empresarios ya instalados, presionaran con una sola voz allá donde más pueden, que es en los Ayuntamientos, para que se mejoraran las infraestructuras municipales relacionadas con la producción.

Aunque siempre se pueden tener más y mejores infraestructuras de fomento, me parece un error achacar todos los problemas de despoblación y emprendimiento a la ausencia de esas infraestructuras y su solución a la implantación de unas nuevas y mejores. Es más, el desarrollo de determinadas infraestructuras, especialmente de comunicación, puede suponer una causa para el despoblamiento. En el sur de Córdoba, por ejemplo, la restauración notó muy negativamente la apertura de la autopista de Málaga, pues muchos de los vecinos de esos pueblos empezaron a pasar el fin de semana en la costa. En el mismo sentido, en Cerro Muriano se notó la apertura de la variante. En los pueblos de Los Pedroches, se notó la mejora de las carreteras, lo que ocasionó que mucha gente se desplazara a comprar a Pozoblanco. En Pozoblanco, se notó la mejora de la carretera de Córdoba. Y así sucesivamente.

Lo que importa de verdad es la disposición de los habitantes de un lugar para aprovecharse de las infraestructuras que hay. Dos localidades distan entre sí lo mismo, se parta de una o se parta de otra, pero si solo los habitantes de una están dispuestos a vender bienes y prestar servicios, los de la otra se empobrecerán sin remedio.

Que las infraestructuras, aun siendo importantes, no es lo que más importa lo ponen de manifiesto proyectos personales y empresariales que se ponen en marcha en pueblos de la España interior y triunfan. Así, conozco a personas que han vendido por internet toda su producción de aceite unos cuantos días después de la cosecha; he leído numerosos casos de éxito de empresas nacidas en poblaciones pequeñas mucho peor comunicadas que las nuestras; y la prensa da continuamente noticias de personas que se van a trabajar a pueblos de la España interior o a las islas, para hacer desde una habitación el trabajo que antes hacían desde una oficina.



3.2.- Infraestructuras del bienestar.

Son los centros de salud, hospitales, escuelas, centros deportivos, centros culturales, parques y jardines, centros para la juventud y la tercera edad y un largo etcétera similar. En el Estado del Bienestar en el que vivimos, para que la gente esté a gusto y quiera vivir en una población, debe tenerlos cerca. Nosotros, en general, los tenemos, y muy buenos. Yo diría que en muchos casos se encuentran sobredimensionados para la población que hay, que podrían albergar mucha más gente o tener muchos más usuarios. Por eso, de lo que se trata es de saber vender su existencia y sus bondades.

Aunque la seguridad ciudadana es una de las primeras obligaciones que asumieron los Estados y técnicamente no se corresponde con lo que se entiende por bienestar, la incluyo aquí porque ha cambiado su función, que ahora es la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos, depende en buena parte del Estado y tiene mucho que ver con el dinero que se invierta en ella. La seguridad ciudadana, que en general es muy buena en España, es especialmente buena en los núcleos rurales, y más especialmente aún en Los Pedroches. Aunque no somos conscientes de ese valor, es uno de los que más bienestar genera en las personas, que tienen a la tranquilad como uno de los principales bienes a la hora de decidir dónde fijar su residencia. Como ocurre con el resto de infraestructuras sociales, hay que cuidarlo, ofrecerlo y saber venderlo.


3.3.- Infraestructuras normativas.

Son las leyes, reglamentos y demás disposiciones que hacen atractivo un lugar. En general, las normas que rigen para un territorio no discriminan a un lugar sobre otro, con el argumento de que lo contrario sería ir contra el principio de igualdad de los españoles. Las normas estatales se aplican a todos los españoles por igual. Las andaluzas, a todos los andaluces. Y las cordobesas, a todos los cordobeses. Y ello aunque la situación sea muy diferente en unos lugares y en otros. Es decir, se está tratando bajo el principio de igualdad situaciones muy desiguales de origen, con lo que, en realidad, no se está corrigiendo la desigualdad, sino que se está fomentando. El problema está tan poco reconocido que hasta el Defensor del Pueblo Andaluz ha caído en la trampa de la falsa igualdad cuando ha señalado a los Ayuntamientos que, para evitar problemas con el empleo público como el que se expresa más adelante,  premian a los vecinos de sus municipios sobre otros.

Que la solución es posible a la luz de la Constitución lo dan normas que discriminan en función del sexo y la discapacidad con el fin de equilibrar las situaciones de origen, o que discriminan favorablemente a los empleados públicos de las islas y Ceuta y Melilla. Se trata de disposiciones sobre fiscalidad, principalmente, pero también en materia de subvenciones y de empleo público.

En este último sentido, los Ayuntamientos se encuentran desarmados legalmente cuando a la hora de contratar a sus empleados, incluso temporales, quieren aplicar cualquier medida discriminatoria en favor de los habitantes de su municipio o de su zona. Ello da lugar a que en no pocas ocasiones, tras la culminación de un arduo proceso de selección, la elegida para el puesto sea una persona que nada tiene que ver con la comarca en la que debe vivir, por lo que muy probablemente iniciará enseguida las gestiones para buscar otro trabajo lejos, que de conseguir dejará la plaza vacante. El mismo problema existe con los trabajadores de los hospitales, con los cuadros de la Administración Estatal o Autonómica, con los profesores, etc., muchos de los cuales evitan ocupar los puestos de trabajo de la España rural, que o quedan vacíos o en una situación de precariedad. Que esos puestos estuvieran premiados de alguna forma, con el fin de hacerlos más atractivos, resulta esencial para el empleo público de las zonas rurales, y, en consecuencia, para las zonas rurales en general.

Ayudas y mejor fiscalidad para los emprendedores, estímulos para los empleados estatales y autonómicos que decidan trabajar en estas zonas y discriminación positiva para los residentes en el acceso al empleo público generado en sus municipios o en su comarca pueden ser medidas operativas para luchar contra la despoblación, y no cuestan mucho dinero.



3.4. Infraestructuras sociales

Las asociaciones agrupan a los ciudadanos por áreas de actividad (cultural, deportiva, económica, etc.), cubren demandas específicas de los ciudadanos y llevan a los poderes públicos las inquietudes de sus asociados, por lo que son un instrumento fundamental en la vertebración de la sociedad y, en lo que a este artículo interesa, su buen funcionamiento es determinante para lograr una sociedad más libre, más acogedora y mejor armada para el desarrollo.  

En nuestra zona hay muchas y de casi todas las áreas, pero no vertebran suficientemente a la sociedad. Una de las causas del problema es que hay muy pocas personas con interés en asumir cargos directivos, con lo que en no pocas ocasiones dichos puestos son asumidos por los únicos que quieren, que no siempre son los más adecuados. Otra causa, que existe la tentación totalitaria de los partidos políticos de colocar en los puestos directivos más relevantes a personas afines a su ideología, a fin de convertir las asociaciones en una extensión más del partido. Y otra causa, que las asociaciones se vuelven dependientes de las subvenciones, con lo que sus fines pierden su sentido original y evolucionan hacia algo que les dé dinero, además de convertirlas en instituciones resignadas y dóciles. 

Fomentar el asociacionismo, fomentar la ocupación de cargos directivos, fomentar la libre expresión de las asociaciones y dar más valor a los proyectos asociativos de futuro que de nostalgia es labor de todos, pero especialmente de los Ayuntamientos.



3.5.- Infraestructuras emocionales.

Las emociones tejen redes que se entrelazan formando una especie de infraestructura que da soporte al espíritu de las personas. La familia, la amistad, las relaciones de trabajo, la ideología política, la religión y hasta la afición por un equipo de fútbol unen a las personas formando grupos que, en algunos casos, las separan del resto.

Las infraestructuras emocionales son fundamentales para determinar el grado de bienestar que siente una persona cualquiera en la colectividad a la que pertenece y son más importantes cuanto más pequeña es esa comunidad. Se ve claramente en la familia, en el grupo de amigos y en el trabajo. Cuanto mejor se lleva la familia, más veces se reúne. Cuanto más intensa y más sincera es la amistad, más necesidad de contactar con los amigos. Cuando más alta es la retribución emocional, más ganas de quedarte en el puesto de trabajo que ocupas, aunque la retribución en dinero sea menor.

En un pueblo pequeño las emociones están muy ligadas al concepto de vecindad, pues el vecino es mucho más que la persona que vive al lado de tu casa y el resto de los habitantes del pueblo son algo más que tus conciudadanos. En un pueblo pequeño sientes más la cercanía emocional de los otros, que te conocen y saben lo que haces y viceversa. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las principales ventajas están que dispones de más tiempo y más sosiego y que te sientes más acompañado. Entre los principales inconvenientes, que esa cercanía te quita intimidad y que la proximidad no deja al olvido ejercer su necesaria función de limpieza, por lo que la memoria de los agravios se perpetúa e incluso se transmite de generación en generación.

Pero hay más ventajas e inconvenientes. Los pueblos, por ejemplo, pueden estar divididos por la ideología política hasta el punto de hacer imposible una conversación abierta y sincera entre amigos o dividir al conjunto de los vecinos entre los bares del pueblo, de modo que los de una ideología van a un bar y de la otra, a otro, sin permitirse nunca una excepción. Cuando existen divisiones de este tipo, la convivencia se hace incómoda, poco gratificante, resulta un lastre para los que viven en el pueblo y provoca rechazo a los que vienen de fuera. Lo hemos visto en los pueblos de España donde se ha extendido el nacionalismo y lo vemos en cualquiera de nuestros pueblos cuando la ideología prima sobre la familia, sobre la amistad y sobre la buena vecindad. Cuando la ideología prima sobre lo que más debería unirnos y prima sobre las ideas, en fin.

Cuando la ideología, que siempre es parcial y casi siempre es irracional y sectaria, se mete en las relaciones entre las personas, provoca división y genera sufrimiento. Las sociedades, como las personas, sufren. Deberían saberlo los líderes políticos y sociales de nuestros pueblos que, en lugar de generar tolerancia, armonía y bienestar, producen división y siembran la discordia bajo el argumento (con la excusa, en realidad) de estar procurando el bien común, y tras los que en no pocas ocasiones se hallan aspiraciones, frustraciones o intereses de partido o personales.

Ni siquiera para lo esencial son capaces de dialogar y ponerse de acuerdo muchos de nuestros dirigentes políticos, casi siempre a remolque de la estrategia electoral, como ponen de manifiesto los noticieros comarcales, que son en realidad meros altavoces de los comunicados que les llegan, bien para hacer ostentación de las subvenciones conseguidas y las inauguraciones (los que vienen de los gobiernos locales), bien para expresar los deslices del alcalde (los que vienen de la oposición).

Ya hemos dicho aquí que de lo que se trata es de crear el medioambiente social más adecuado para hacer atractivo el núcleo rural, a fin de que se desarrollen en él, como ocurre en un medioambiente natural (en un ecosistema biológico), un bienestar suficiente que haga nacer y crecer la población. Pues bien, el medioambiente social está formado por personas, y las personas se rigen fundamentalmente por emociones. En general, queremos vivir donde nos sentimos mejor, más cómodos y mejor tratados, donde vamos a disfrutar más momentos de alegría y más contentas van a estar las personas que queremos, donde más próxima estará esa felicidad a la que aspiramos como seres humanos.

Los núcleos rurales pueden ser amables con sus vecinos y con los forasteros o no, pueden ser cómodas o incómodas para el espíritu, pueden ser tolerantes y hospitalarias o pueden ser cerradas e intransigentes. Una sociedad amable, cómoda y tolerante generará bienestar y, en consecuencia, riqueza para sus habitantes, en tanto que una sociedad desagradable, incómoda y fastidiosa solo generará sufrimiento, hastío y pobreza.

Las infraestructuras emocionales son las más baratas, su importancia no es baladí para el desarrollo económico de los pueblos y son determinantes para la felicidad de las personas. A poco listos que fuéramos los ciudadanos, distinguiríamos a las personas tóxicas, que generan discordia, de las que generan equilibrio y bienestar, y rechazaríamos a unas en tanto buscábamos la proximidad de las otras.