miércoles, 12 de febrero de 2014

Peñaladrones



           

            El pasado domingo, 9 de febrero, desde las 15,00 y hasta las 9,00 horas del lunes, estuvimos en Los Pedroches en alerta naranja por lluvia y rachas de viento que podían alcanzar los 90 kilómetros por hora. Mucho antes, a las 8:00, el tiempo no era tan malo, pero era lo bastante como desanimar a cualquiera que le tenga poca afición a eso de andar por los campos. El paciente lector de esta página debe saber ya, sin que yo se lo confirme, que nuestra afición no se iba a detener por un vientecillo de nada, máxime cuando las páginas del tiempo daban una calma relativa hasta las 11:00.
 


            Aquel día, aprovechando esa calma relativa, vimos a otra gente como nosotros, a ciclistas, por ejemplo, y cerca de Peñaladrones a un numeroso grupo de excursionistas (incluida gente muy joven) que debían de estar haciendo una ruta entre Belmez y Espiel.
 Precisamentre cerca de Peñaladrones dejamos nosotros el coche, después de hacer un recorrido infernal por la antigua carretera de Pozoblanco a Belmez, que ahora parece un camino bombardeado y a la que nadie le ha echado cuentas desde hace decenas de años. Peñaladrones se ve desde lejos. Es una montaña alta, rocosa y tiene un nombre sonoro, que en cierta manera evoca al romanticismo, una época que se olvida de la realidad para primar a los sentimientos, en la que había ladrones con los es fácil empatizar, porque eran seres libres, llevaban una vida de aventuras y, supuestamente, robaban a los ricos para dárselo a los pobres.
             Peñaladrones tiene unas buitreras muy pobladas. Aquel día, decenas de buitres leonados planeaban sin esfuerzo sobre los peñascos que forman la cumbre alargada. Los buitres son aves carroñeras que antaño limpiaban los campos de cadáveres y que hoy viven de lo que pillan y de que les proporciona la Administración medioambiental en una red de muladares. Son enormes y cuando tienes la oportunidad de verlos de cerca dándose su festín necrófago, impresionan, porque se apelotonan y son como una masa de alas y cabezas que burbujeara sobre el cadáver.
             El antropomorfismo es una doctrina que asigna condiciones humanas a lo irracional, como por ejemplo a los animales. Es famoso el antropomorfismo de los documentales de televisión, en los que se pone nombre a los animales y, a través de un proceso de montaje, se tejen historias en las que se asignan cualidades humanas a los protagonistas, casi como en las películas de dibujos animados. El proceso inverso no sé cómo se llama, pero lo hay. El proceso inverso es una representación simbólica de lo animal. Por ejemplo, cuando se dice de un hombre de carácter determinante y enérgico que es un toro. Algunas representaciones animales en los seres humanos son tan claras que hasta vienen recogidas en el diccionario. Así, buitre, en la segunda acepción del diccionario de la RAE, es “una persona que se ceba con la desgracia de otro”.
             En realidad, esa segunda acepción no le hace justicia al buitre animal. Las personas buitres son seres despreciables en tanto que los buitres animales son seres admirables. Las personas buitres viven del trabajo ajeno y se alimentan con el dolor de otros mientras que los buitres animales desempeñan un papel necesario. Las personas buitres se esconden tras la mentira o tras la noche o tras un disfraz en tanto que los buitres animales vuelan a las claras sobre nuestras cabezas. Y algunas veces, como nos ocurrió el domingo pasado, hasta vuelan a las claras a nuestros pies. Y entonces la experiencia resulta sorprendente.
             Peñaladrones está bastante alta y desde ella se ven otras montañas rocosas y, a lo lejos, el pueblo de Belmez, del que resalta especialmente su castillo. A Belmez fuimos cuando volvimos al coche. Lo cruzamos y nos plantamos en el cerro Apolinar, junto a la presa de Sierra Boyera, donde comimos un bocado y echamos un trago de vino dando frente al pueblo, sin saber que seguramente a aquellas horas unos buitres humanos estaban preparando el asalto al pequeño negocio de un buen amigo nuestro, que de hecho consumaron por la noche, aprovechando que por estar lloviendo y hacer un viento fortísimo nadie saldría de su casa. Fue el día de Peñaladrones, ya digo.