miércoles, 12 de octubre de 2016

Arte natural

La elegancia está en la armonía, y la armonía se place con lo sencillo. La elegancia no solo afecta a las formas, también lo hace a los fondos. Una persona tiene un carácter elegante, por ejemplo, cuando su trato es afable, cuando sus problemas no se transmiten a su entorno, cuando sus negativas son corteses y cuando en público modera sus éxitos, cuando no sobreactúa, en fin.

El gran enemigo de la elegancia es la sobreactuación. En la naturaleza se ve claro. La naturaleza busca lo más económico, lo más sencillo, y se toma su tiempo para conseguirlo. Cuando la naturaleza sobreactúa (huracanes, terremotos, inundaciones, etc), pierde su belleza y se vuelve peligrosa.

También se ve claro en el arte. El buen actor es el que convierte en natural la ficción de un papel. El actor que sobreactúa no es natural, no transmite el papel, es un mal actor. Cuando el actor es bueno, el espectador se mete en la obra y no percibe al actor, sino a la obra. Solo en muy contadas ocasiones y al final se da cuenta de que está viviendo (o ha vivido) en otro mundo y se asombra, y entonces valora el gesto, el detalle, la finura, el trabajo, de quien está subido en el escenario.


El buen escritor es el que hace que los lectores se deslicen por el libro sin reparar en las formas más que muy raramente. El lector de un buen libro no percibe de las formas su gusto, sino su regusto. A veces, el lector de un buen libro repara en el sosiego de su propio ánimo y se detiene a indagar en los detalles de lo que lee. Es entonces cuando descubre con asombro que cada palabra está donde debe estar y dice lo que debe decir.

Las personas que sobreactúan cansan. Los actores que sobreactúan agotan su capacidad de expresión en pocos minutos. Los libros que sobreactúan resultan bonitos al principio pero aburren al cabo de unas cuantas páginas.

El objeto artístico es un conjunto de detalles en tal armonía que el detalle casi nunca se percibe. Una buena película puede verse decenas de veces y en cada una de ellas puede apreciarse algo nuevo. Con los buenos libros pasa lo mismo. Y con los buenos cuadros. Y con las buenas personas.



Lo digo porque llevo unos días oyendo el disco Via Libre de Aldo Narejos y no me canso. Se ve que hay armonía en él, y que está construido con un montón de detalles que voy descubriendo poco a poco.


En el detalle nos fijamos Carmen y yo el otro día cuando fuimos al campo a hacer fotos. El otoño aún no había llegado y la naturaleza parecía agotada. La naturaleza es armoniosa en circunstancias normales, sin embargo, y, como las buenas personas, guarda siempre múltiples detalles tras su aparente atonía.

domingo, 9 de octubre de 2016

BTT El Viso

La ubicación de la ermita de don Miguel o de San Miguel, que ha sido recuperada recientemente por el Ayuntamiento de El Viso, no está bien descrita en los mapas y en las rutas de wikiloc aparece como una referencia intermedia. Esta mañana, poco después de que nos hubiera amanecido entre las encinas, buscábamos en una bifurcación del camino la ruta correcta hacia ella cuando vimos pasar a un numeroso grupo de ciclistas.


Eran, según nos dijo un voluntario de la organización que les marcaba el camino correcto, los participantes de la BTT de El Viso, y eran alrededor de doscientos. Como disfruto cuando veo a unos pocos haciendo algo en común, ver a un grupo tan numeroso a unas horas tan tempranas de un día de fiesta me produjo una satisfacción enorme, parecida a la que sentí el otro día cuando, ya anochecido, iba camino del cine y vi el ambiente que había a las puertas del conservatorio de Pozoblanco, o el que siento cuando oigo el rumor lejano de las bandas de tambores y cornetas, que están ensayando.


“La sociedad sigue su curso, aunque no haya Gobierno”, les he dicho a mis compañeros de marcha. Y les he dicho que todo nos irá bien si hay tanta gente que se levanta temprano para hacer deporte con los amigos, si los adolescentes dedican su tiempo de ocio a aprender música y si después de trabajar los jóvenes se esfuerzan en coordinar los sonidos de sus tambores y sus cornetas. Todo nos irá bien porque de ese esfuerzo no pueden salir más que unas buenas personas y una sociedad fuerte. Todo nos irá bien aunque quienes nos gobiernan no anden a lo nuestro, sino a lo suyo.  

lunes, 3 de octubre de 2016

Como

Aunque no entiendo mucho de eso, he podido observar que la moda empieza por lo único y por lo excesivo, es decir, por lo caro, antes de extenderse para el común de los mortales, que debe comprar prendas genéricas y pagar precios más bajos si quiere vestirse y adornarse como visten y se adornan las personas de referencia, es decir, los modelos a imitar.

Las personas de referencia en esto de la moda son la gente que tiene poder, o dinero, o una fama ligada a los medios de comunicación, que deben hacer ostentación de su éxito, porque en la sociedad actual un triunfo sin reconocimiento público es un triunfo incompleto. Hay toda una industria dedicaba en exclusiva a ellos que ha crecido con la crisis, cuya expresión mas certera está en los escaparates de las calles más caras de mundo, algunas de las cuales se encuentran en Milán.


En las calles de Milán cercanas al Duomo uno puede hallar las dos caras más extremas de esa realidad: las pocas personas que entran y compran en las tiendas de las más conocidas marcas de lujo del mundo y el nutrido grupo de personas que pasean por las calles, admirando la arquitectura de los edificios, reconociendo el nombre de las tiendas y contemplando las prendas de los escaparates.

Esos dos grupos de individuos, los que entran y los que pasean, los que compran y los que contemplan, los fotografiados y los que fotografían, son los mismos grupos que uno puede encontrar cuando se sube en el barco que sirve de línea de transporte de viajeros en el lago Como, para admirar no solo la belleza del paisaje, sino las grandes mansiones de las personas pudientes que se han instalado en este paradisíaco lugar.


Entre los pasajeros del barco en cuestión había un nutrido grupo de argentinos, que aparentemente no se conocían entre sí. Al verlos y al oírlos hablar, los he sentido muy cercanos a mí, y, como yo, dentro del grupo de los que pasean, contemplan y fotografían. Y no sé muy bien por qué en ese momento he advertido que ellos y yo también éramos unos privilegiados, pues no todo el mundo puede costearse un viaje como el que nosotros estábamos disfrutando.


Aunque con frecuencia se nos olvide, en fin, hay otro grupo que ni entra ni pasea, ni compra ni contempla, ni es fotografiado ni fotografía, al menos por donde nosotros lo estábamos haciendo.