domingo, 26 de abril de 2015

Indemnizaciones*

                       Ahora que se han presentado las candidaturas a las elecciones locales del 24 de mayo, vemos que muchos de los candidatos han desempeñado o desempeñan cargos en los más diversos clubes, agrupaciones, cofradías y otro tipo de asociaciones. De hecho, esos cargos son presentados en los perfiles de los candidatos como un aval de compromiso con la sociedad y como una prueba de su aptitud. Y son presentados, también, como la garantía de que, de ser elegido, el candidato desempeñaría un cargo en el Ayuntamiento con el mismo afán y al menos la misma responsabilidad que lo hizo en la asociación en la que ha prestado su labor.

                Todos esos trabajos han sido desarrollados en sus ratos libres, quitándole tiempo a sus aficiones y casi siempre quitándole tiempo a su familia y a sus amigos. Y siempre han sido realizados sin cobrar un duro, lo que es tanto como decir que quien los ha llevado a cabo ha debido correr personalmente con los gastos de gasolina, teléfono, invitaciones, etc. Esto es tan generalizado, tan así, que a nadie se le ocurriría pensar que se debe indemnizar al presidente de una cofradía o de una AMPA por las llamadas telefónicas que realiza en el desempeño de su cargo o por el gasto de gasolina que tiene al ir desde su casa al lugar donde se celebran las reuniones. Y es tan así, que pondríamos el grito en el cielo si los miembros de un club deportivo o de una asociación cultural cobraran por asistir a las sesiones de la directiva.

                Como a día de hoy lo normal es que se cobre por la asistencia a las sesiones de los órganos colegiados de las entidades locales, el candidato sin dedicación exclusiva o parcial que logre un escaño de concejal pasará a cobrar una indemnización por cada sesión del pleno a la que asista y puede que también lo haga por cada asistencia a comisiones. Casi siempre es poco, es cierto, pero siempre es más que lo que venía cobrando anteriormente por el tiempo que le dedicaba a cumplir los fines sociales del club o asociación en la que trabajaba.

                ¿Es esto lógico? Al parecer sí, porque nadie parece plantear una corrección, ni siquiera quienes suscriben los códigos éticos que se vienen publicando. Todo lo que he expuesto anteriormente viene a expresar que yo, sin embargo, no lo veo así. Y no hablo del sueldo que deben cobrar los que tienen dedicación exclusiva o parcial, que sirve para mantenerlos a ellos y a su familia (esto necesitaría de un artículo aparte), que deben mantenerse y en ocasiones hasta incrementarse, ni hablo de las indemnizaciones que deben abonarse al gestor público para compensar los desembolsos que este ha hecho, por conceptos tales como dietas, desplazamientos o gastos de representación, hablo de que los fines sociales (para todos) que asume una entidad pública deben valorarse por sí mismos y de que el premio debe ser trabajar para conseguirlos, mucho más que lo es empeñarse en conseguir el fin de una asociación.

                Se ha cambiado la cultura del servicio público, eso es evidente. Y es evidente que el servicio público está muy poco acreditado, como lo muestran las dificultades que tienen los partidos para conseguir candidatos con los que completar las listas electorales. Pero se equivocan quienes creen que premiando la asistencia a un órgano colegiado se incentiva la participación en la gestión pública. Se equivocan los que creen que indemnizando una asistencia se retribuye una dedicación de ese tipo. Y se equivocan aún más los que creen que con ello se dignifica un puesto de responsabilidad política.


                Los puestos se dignifican con el cariño y el anhelo que uno le pone a su ejercicio. Cuanto más importante es el puesto, más cariño y más anhelo necesita. Y, dados los fines de la entidad, el puesto de concejal es uno de los más importantes que puede ocupar un ciudadano.

            * Publicado en el semanario La Comarca


miércoles, 22 de abril de 2015

El albergue de Espiel

         Además de la estación del AVE, a la que me he referido en varias ocasiones (aquí y aquí, por ejemplo), tenemos en la zona Norte de Córdoba varias estaciones de tren más. Las hay totalmente abandonadas a su suerte, como la de Belalcázar; reformadas y destinadas a otros usos, aunque no se hayan  consolidado y ahora estén cerradas, como la de El Soldado; reformadas, destinadas a otros usos, abandonadas y en breve destinadas a otros fines, como la antigua de Villanueva de Córdoba; totalmente desaparecidas, como la de El Zújar; y reformadas, destinadas a otros usos y en funcionamiento, como la de Espiel.



                El galimatías anterior no está hecho a propósito, sino que es producto de la realidad, es decir, es la realidad la que es sumamente confusa. La realidad nos muestra que por el norte de Córdoba pasa una línea de ferrocarril de alta velocidad, totalmente operativa; una línea operativa con muy escasa densidad de tráfico, la de Madrid-Badajoz; una línea operativa sin tráfico alguno, la de Córdoba-Almorchón; y que pasó una línea, la que unió Puertollano-San Quintín con Fuente del Arco. Todo ese guirigay de líneas de ferrocarril ha dejado un confuso panorama de estaciones (operativas, cerradas, abandonadas o desaparecidas), sobre el que se ha superpuesto la voluntariosa pero poco meditada determinación de quienes debían decidir sobre su futuro. Es decir, se ha añadido confusión a la confusión, de manera que al panorama de centros de interpretación que no interpretan, aulas de la naturaleza que no enseñan y parques periurbanos desatendidos por completo se une el complejo panorama de estaciones por las que no pasa el tren (ni el de vagones ni el de la modernidad).


                Ya he dicho que la estación de Espiel es de las pocas (o quizá la única) de las estaciones inoperativas que mantiene otro uso. Es cierto que junto a ella hay un aula de la naturaleza que tiene toda la pinta de estar abandonada, pero también es cierto que en la misma estación hay un albergue que sigue funcionando, y muy bien. En este caso, pues, a la voluntariosa determinación de quien debió decidir se unió el acierto de la decisión, que era más fácil, dicho sea de paso, porque el paraje en el que se ubicaba la estación cumplía perfectamente con el perfil de albergue.


                Para empezar, el albergue está muy bien comunicado, en el borde mismo de la CO-4400, a dos kilómetros de la N-432 y a menos de cuatro de Espiel, lo que lo hace perfectamente accesible. Pero, además, se halla en un lugar especialmente hermoso y muy apto para la ejecución de deportes de naturaleza y de aventura. Está situado al pie de la Sierra del Castillo, a muy pocos metros de una de las zonas de escalada mejores de Andalucía y no lejos de la ermita de la Virgen de la Estrella, patrona de Espiel, cuya romería se celebra el último domingo de abril. Y está situado al mismo borde del pantano de Puente Nuevo, en el que se pueden realizar algunas actividades relacionadas con el agua.

                Para los amantes del senderismo, el albergue es también un buen lugar de partida. Entre otras muchas rutas próximas, se puede hacer una siguiendo el trazado del ferrocarril, como ya expliqué en otra entrada, o por la margen contraía del río Guadiato, como se indica, por ejemplo, en esta entrada del wikiloc.


                Carmen y yo hicimos el pasado domingo buena parte de esa última ruta, lo que nos permitió disfrutar de los diversos colores que ofrece la primavera y  de todo el esplendor del paisaje, en el que por allí se armonizan el zigzagueante trazo del pantano con las montañas y los bosques. Como el día estaba espectacular, aprovechamos la ocasión, además, para alquilar una piragua y remar durante un buen rato sobre la quieta lámina de agua, en la soledad más absoluta.



                Entremedias, a mediodía, nos tomamos una cerveza a la puerta del albergue, junto a un grupo de jóvenes que hablaban de sus cosas y un trío de artistas de circo que ensayaban malabares, y nos comimos un plato de pisto manchego con huevos fritos. Y, entremedias, también, descabezamos el sueño con una siesta ligera en uno de los sofás, dentro de lo que había sido la estación, mientras sonaba una musiquilla dulce que se oía muy bien, porque, como le dije al gestor del establecimiento, en aquel edificio hay una acústica perfecta.


lunes, 20 de abril de 2015

Los idiomas*

                  El mundo es pequeño, muchachos. Me dirijo especialmente a vosotros, los adolescentes y los jóvenes, que aún estáis en la edad escolar. El mundo es pequeño y está al alcance de la mano a poco que sepamos movernos por él. El mundo es pequeño, la sociedad es ya global y los intercambios de bienes y de personas se producen casi en el acto entre las partes más alejadas del planeta. Compráis por internet productos que muy probablemente hayan sido fabricados en Asia y se hallen almacenados en Centroeuropa. Las películas y las series que veis y os inculcan sus valores han sido producidas muy lejos. Viajáis con los amigos por parajes que vuestros padres ni siquiera imaginaron pisar. Y estudiáis –probablemente sin ser conscientes de ello– materias que luego deberéis poner en práctica en otros países. Y no me refiero solo a los que realizan estudios relacionados directamente con el ámbito internacional, como podría serlo el periodismo, sino a los que lo hacen sobre disciplinas tan próximas a vuestro círculo familiar como son el derecho o incluso la enfermería y la medicina.

                El mundo es cada vez más pequeño y está más interconectado, por lo que hay que entenderse con los que se mueven por él, lo mismo que hacéis con los que se mueven por vuestra calle o con los compañeros de vuestra clase. Como la gente se entiende hablando, hay que hablar como habla la gente, y la gente de la aldea global habla en su idioma y, además, en inglés. Al menos lo habla la gente que parte el bacalao, y no está lejos el momento en que saber o no saber inglés será una diferencia fundamental que marcará el estatus social, como lo es ya saber leer y escribir.

                Saber inglés con fluidez es tan fundamental que pronto no se valorará el saberlo, sino el no saberlo. Es decir, que pronto no se podrá alegar como mérito, al igual que ya nadie puede alegar que tiene el carné de conducir B o que sabe manejar un ordenador a nivel de usuario. Saber inglés se dará por hecho y ni se mirará el currículo de quien no sabe hablarlo. De hecho, ya hay que ir empezando a saber otros idiomas, si uno quiere despuntar un poco y lograr empleos de más calidad.
 
                Saber idiomas es bueno por el mero placer de no sentirse aislado cuando se sale fuera. O para ser más autónomo, o para entender lo que dicen las canciones, o para conocer de verdad a otras gentes como vosotros, de otros lugares como el vuestro. En la adolescencia y en la juventud aún no resulta muy complicado aprender otro idioma, otros idiomas. Y tiempo para aprender tenéis de sobra, aunque os parezca lo contrario: lo único que tenéis que hacer es gestionarlo sin miedo y con provecho. Y, ojo, que gestionarlo así es mucho más agradable que hacerlo tirándolo a la basura.

La sociedad actual pone a vuestra disposición un montón de recursos para que podáis aprender idiomas de una manera amena y divertida. Basta con que no os conforméis con aprobar y queráis aprender. Si de verdad queréis, encontraréis un filón en las clases, por supuesto, pero también en las canciones, y en las series, y en las películas, y en los libros que os gustan. Podéis apuntaros a chat y utilizar todas las opciones que os da internet. Y podéis acudir a campos de trabajo en el extranjero, hacer intercambios con jóvenes como vosotros e intentar la beca de un programa internacional, como el Erasmus.


Saber idiomas es mucho más importante para la vida laboral que ser brillante en los estudios y es una enorme fuente de satisfacción personal. Y hoy en día está al alcance de cualquiera. Sería una estupidez no aprovechar los recursos de que disponéis, el más importante de los cuales es la juventud. Luego, de mayores, tal vez sea demasiado tarde.

* Publicado en el semananio La Comarca

jueves, 16 de abril de 2015

Aficiones compartidas

                Cuando la marea se retira, las playas próximas a Bray-Dunes, en el Flandes francés, se vuelven inmensas y uno se puede adentrar por ellas en dirección al mar cientos y cientos de metros, como debieron hacer a finales de mayo y principios de junio de 1940 los soldados aliados que fueron embarcados en la operación Dinamo, más conocida como Evacuación de Dunkerque.

                Entonces, cuando la marea se retira, el fotógrafo siente la tentación de dirigirse hacia la línea de costa para intentar plasmar las emociones que el espacio vacío provoca en el espectador atento. Porque la intención del fotógrafo aficionado es, paradójicamente, siempre esa: recoger lo que hay fuera para captar lo de dentro, igual que sucede con las demás ramas del arte.


El fotógrafo no mira como cualquier otro, sino que lo hace rastreando dónde está la foto, con lo que vuelve más curioso y más observador. Y en ese rastreo suele coincidir con las miradas de otros fotógrafos y, en consecuencia, también suele coincidir en sus emociones, lo que provoca en ellos un acercamiento emocional.


                Lo he notado especialmente ahora, que Carmen se ha aficionado a la fotografía y vamos los dos por ahí escudriñando lo que nos rodea, como dos perrillos que fueran olfateando en el mismo camino. Y he notado, también, lo bien que le sienta a la pareja tener aficiones compartidas.
 


La semana pasada fuimos todos a visitar a Luis y, de paso, a hacer un poco turismo por los alrededores de Lille. Salir fuera es siempre un buen método para comprender mejor el mundo y para encontrarse a sí mismo, especialmente cuando el viaje no es programado. Pero lo es mejor todavía cuando lo haces con alguien que comparte contigo una afición.




miércoles, 1 de abril de 2015

El sol

En algunas tierras, el sol parece un candilito que alumbra débilmente y apenas calienta cuando sale, que suele ser muy pocas veces. En otras tierras, en cambio, es un enemigo enconado siempre, que mata los colores, apaga el sueño y lanza como plomo fundido sobre los arenales y sobre las cabezas de la gente. En nuestra tierra el sol ilumina y calienta con moderación, al menos por esta época del año. En nuestra tierra el sol es una bendición que está ahí casi de forma perenne.

Los que somos de aquí alabamos al sol mucho menos que a la lluvia. Los que somos de aquí consideramos a la lluvia una fuente de vida y nos olvidamos del sol simplemente porque está ahí casi a diario, y porque conocemos sus ritmos y entendemos sus emociones. Los que somos de aquí hemos rezado a los santos y a la Virgen para que llueva y nunca lo hemos hecho para que salga el sol, al que hemos considerado un astro casi anodino, vulgar, previsible.

Pero la auténtica fuente de la vida es el sol (el astro Sol, como mayúsculas), y no sólo para la vida en sentido biológico, sino para la vida emocional. A mí me gustan mucho los días de lluvia, y procuro disfrutarlos en lo que valen, pero nada puede compararse con un día de sol, especialmente después de una buena temporada de frío y de lluvia.

El sol es una fuente de alegría que es de tontos no aprovechar. Cuando sale el sol y el sol es amable, como ahora, hay que gozar de su amabilidad como sea, porque es gratis y porque es saludable para el cuerpo y para el espíritu. Hay que sentarse en las terrazas, hay que andar por los caminos, hay que sacar a los niños al parque, hay que hacer cualquier cosa con tal de que su luz nos ilumine hasta los más secretos rincones del alma, aunque solo sea asomarse al balcón.

Aunque lleve una temporada sin escribir sobre esos caminos de Dios, sigo saliendo cada domingo a caminar con los amigos. El domingo pasado lo hicimos por los alrededores de la mina de los Almadenes, en el término de Alcaracejos, donde en 1926 se encontró un tesoro del que se ha hablado mucho (aquí y aquí, por ejemplo). El sitio es muy bonito y las rutas que se pueden hacer por el lugar son  varias (aquí enlazo una) y todas hermosas, pero ese día lo de menos era el sitio. Lo más importante era el sol, que había salido como lo hace en primavera, gozoso y haciendo gozar.


Luego está eso de que sol es una fuente de riqueza que nosotros no sabemos aprovechar como se debe. Pero para hacerlo hay que ponerse serio y hoy no toca. Hoy estoy alegre y solo quería hablar de la alegría que nos proporciona el sol. Ya ven qué cursilería y qué simpleza.