miércoles, 4 de enero de 2017

El Guadamora

“Si el Guamora no corre para Reyes, compra heno o vende bueyes”, he oído en Torrecampo. El Guadamora (o Guamora, como se le conoce allí comúnmente) es uno de los arroyos que llevan sus aguas al Guadalmez, al que en Torrecampo se le llama, simplemente, el Río. El Guadamora se une al Guadalmez cerca de la ermita de la Virgen de Veredas, construida junto a la cañada Real de la Mesta, en uno de los parajes más vírgenes y más hermosos de Los Pedroches, a unos centenares de metros de la provincia de Ciudad Real y cerca de las ruinas del molino de Turruñuelo (o Turuñuelo, o Turruelo, o Turruñudo), que según Arias Mora es el escenario de una de las más sonadas aventuras del Quijote.


El Guadamora corre en vísperas de la festividad de los Reyes Magos, según pudimos comprobar Carmen y yo el otro día, por lo que este año los ganaderos pueden observar con relativo optimismo el año recién estrenado. Los ganaderos son, prácticamente, los únicos empresarios de Torrecampo, y son la mayor fuerza activa de una comarca que pierde población a pasos agigantados, sin que los planes de formación y empleo de la Junta de Andalucía y de la Diputación de Córdoba (que en realidad son "planes" de subsidio) consigan mitigar esa descomunal sangría.


La romería de la Virgen de Veredas se celebra el uno de mayo junto a la explanada de la ermita, que limita por el este con el Guadamora. Ese día vuelven casi todos los torrecampeños ausentes (que son varios miles) y el descampado se llena de movimiento y de ruido. Y ese día, por contraste con la quietud y el silencio que hay en el pueblo durante el resto del año, uno puede darse cuenta de la magnitud de la tragedia que asola a Torrecampo y a Los Pedroches.


El Guadamora corre al pie de la sierra de Alcudia, entre jaras y retamas, en una de esas bucólicas soledades propias de pastorelas y serranillas. Quizá el fin de esta comarca sea definitivamente ese: la leyenda, la lírica y la imaginación. Quizá el futuro de está comarca sea resistir a base de funcionarios, de pensionistas y de subsidios antes de disolverse definitivamente en lo fantástico o, mejor, antes de hundirse para siempre en el olvido.